Tal y como afirma MacLuhan en “El aula sin muros”, el cine
complementa conocimientos, integra ideas y constituye lenguajes. En este
sentido no podría tener más razón, el séptimo arte se está configurando, cada vez
más, como elemento conciliador entre educación y entretenimiento.
En la antigüedad, las películas se asociaban a un concepto
negativo y eran rechazas por la gente “culta”, eran reproducidas en barracas de
feria o puestos ambulantes, por lo que no se concebían como piezas artísticas o
culturales. Más tarde, la cúpula intelectual se dio cuenta del potencial
creativo del mundo cinematográfico y comenzó a aprovechar los recursos que
ofrecía para focalizarlos hacia un prisma más instructivo.
Dejando de lado la idea de espectáculo, también parte
importante del cine, nos olvidamos de que supone una visión diferente, un tipo
de comunicación que sería imposible expresar de otra manera y que puede aportar
al espectador un espectro
ilimitado de ideas, conocimientos y sensaciones.
Hoy en día, se asiste a las salas de cine de manera
esporádica para ver la película de moda, para disfrutar de la compañía de
nuestros círculos de amistades, o simplemente para desconectar y dejar la mente
en blanco. En pocas ocasiones nos damos cuenta de lo que el cine puede aportar,
tanto a jóvenes como a adultos, en materia de educación y todas sus
variantes.
Una ventana hacia otros mundos y culturas, formas de ver una
realidad inconcebible, la interiorización de percepciones que pueden conformar
nuestra actitud, eso es el cine. Ejemplo de ello son películas como Blade
Runner, que nos traslada a la visión del año 2019 que se tenía en 1982, un
retrato perfecto de la deshumanización del hombre y la humanización de las
máquinas, tal y como ocurre hoy en día. Otras películas, como Apocalypto, nos
sacan de la butaca para llevarnos miles de años atrás y conocer las costumbres,
creencias y modo de vida de civilizaciones extintas. Producciones de animación
como UP, con un mensaje de refuerzo positivo que puede ser diferente
dependiendo de la edad del público.
Hay que apreciar lo que el cine nos puede ofrecer, no solo la
historia que nos cuenten, sino detalles subliminales como la banda sonora o la
fotografía que son parte esencial de un todo. Como dijo Ingmar Bergman: “Ningún
arte traspasa nuestra consciencia de la misma forma que lo hace el cine,
tocando directamente nuestras emociones, profundizando en los oscuros
habitáculos de nuestras almas”.
Hay que subrayar la importancia de esta herramienta para la
comunidad docente, fomentar su uso como un recurso eficaz en determinados
campos por los beneficios que puede suponer a los más pequeños.
Desde aquí animo a todos los lectores a que aprendan a
educar con el cine, a que aprecien los detalles más nimios de la mirada de otra
persona y que se dejen llevar por mundos imposibles.