
Educar no es enseñar. Educar es, ante todo, una responsabilidad. Una
responsabilidad vista desde una perspectiva verdaderamente irresponsable si
consideramos que su campo de acción se limita únicamente a los muros de la
escuela. La educación como tal ha de estar presente en cada acción humana ya
sea realizada en el ámbito escolar o fuera de él. Es cierto que la enseñanza
reglada y los centros académicos tienen un peso fundamental en el desarrollo de
esta aptitud. Sin embargo, sería injusto eximir de este compromiso a otros
agentes de fundamental importancia: familias, instituciones, tú, yo.
Algebra, sintaxis, formulación, idiomas…Son aspectos que, sin lugar a
dudas, enriquecen la formación de nuestros hijos y los hacen más competentes de
cara a un futuro profesional. Estos contenidos, como tantos otros, son la base
de una pirámide formativa que debe tener en la cúspide una piedra angular
inequívoca: los valores.

Así pues, empecemos.
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