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viernes, 29 de noviembre de 2013

¿Disciplina en las aulas? Sí, por favor


Recientemente, ha saltado a los medios la noticia de que cada vez son más las denuncias de profesores como consecuencia de las numerosas faltas de respeto que sufren por parte de los alumnos en las aulas. Además, en muchos casos, los jóvenes parecen haber encontrado en la figura de sus padres a los principales cómplices de actuación a la hora de ningunear la figura del profesor ¿Hemos perdido el rumbo de la educación en los centros? Ha llegado el momento de hablar de la disciplina en las aulas. Disciplina (de la misma raíz latina que discípulo e incluso que educar), entendida como la exigencia y cumplimiento de unos valores académicos y personales; entendida, por encima de todo, como una herramienta de cercanía y ayuda al estudiante.


La disciplina es uno de esos conceptos maltratados desde el ámbito de la enseñanza. La malinterpretación de este término, como una idea directamente relacionada con el orden y la rigurosidad militar propios de países de corte preconstitucional, unido a la aparición de nuevas y lánguidas corrientes educativas, ha obligado a muchos docentes a desterrarlo de las aulas, con todo lo que ello supone. 

Desde el punto de vista de la docencia, la disciplina no es más que un conjunto de normas que rigen una actividad u organización. Estas normas, que algunos desechan de modo absoluto, son más que necesarias para el correcto desarrollo de las aptitudes y actitudes del alumnado. El aprendizaje en colegios e institutos está compuesto de un gran número de factores que, al final, dependen única y exclusivamente de la capacidad que tiene el profesorado para regular la actividad dentro y fuera del centro. Esta capacidad implica establecer unas normas de comportamiento que permitan a los estudiantes rendir de forma óptima en el ámbito académico. 

En este sentido, se puede decir que el objetivo final de la disciplina no es otro que extrapolar los valores de buen comportamiento y las capacidades académicas positivas al ámbito familiar y profesional. 

Ya es hora de abrir los ojos y dejar de lado los nuevos estereotipos aparecidos en torno a la educación. Por más que les pese a muchos, el momento actual, en el que se manejan unas cifras de fracaso escolar escandalosas, requiere, entre otras muchas cosas, de una actitud disciplinaria que suponga un acercamiento entre centros, instituciones y alumnos. Porque eso, señoras y señores es avanzar, eso es EDUCAR.

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