Las técnicas de estudio son
trucos de magia. No podría encontrar una manera mejor de definir unas
herramientas que tienen entre otros atributos: el control y la gestión del
tiempo, la capacidad de transformar lo grande en pequeño y por último,
conseguir objetivos a priori verdaderamente imposibles.
Más allá de lo puramente
literario de mis palabras, las técnicas de estudio son un instrumento
fundamental en el desarrollo académico y personal de los estudiantes.
En función de la edad del alumno,
el uso de técnicas de estudio resulta más o menos exigible. Sin embargo, se me antoja
necesario que desde jóvenes adquieran valores como el de esfuerzo, la responsabilidad
y la organización que les impulsen a aplicar técnicas que faciliten su
desarrollo posterior. Se trata, ante todo, de un auténtico ejercicio de
disciplina en el que el estudiante debe convertirse en sujeto activo delante de
los libros; debe tomar las riendas y ejercitar por sí mismo los contenidos
vistos en el aula de un modo útil, programado y personal.
Y en este punto entramos en un
aspecto fundamental: la programación. Las técnicas de estudio por si solas
valen de poco. El verdadero poder de las mismas se desata cuando se ejecutan de
forma programada. Es en ese momento cuando se produce un fenómeno vital en el
proceso de asimilación de las técnicas de estudio: la adquisición de los
hábitos de estudio.
Los hábitos de estudio consisten
en la correcta aplicación de las técnicas de estudio de un modo programado y
sistemático. Cuando somos capaces de organizar nuestra agenda diaria y
optimizar nuestro tiempo delante de libros y apuntes, al mismo tiempo que
hacemos uso de herramientas de estudio como resúmenes y esquemas, nos
convertimos en ese sujeto activo capaz de asimilar de forma práctica los
contenidos explicados por el profesor previamente en el aula. Nos convertimos
en magos capaces de hacer fácil lo que en principio parece imposible.
Suena pretencioso decirlo, pero
posiblemente Fundación Piquer seamos los Copperfields
de las técnicas y hábitos de estudio. Son ya muchos años, casi 30, estudiando,
impartiendo e innovando en este tema. Y también son incontables los alumnos a
los que hemos ayudado a que sean unos mejores y más capaces estudiantes (y los
que nos quedan).
Así pues, la magia existe.
Podemos convertirnos en auténticos prestidigitadores del estudio si ensayamos nuestros trucos de forma diaria. El
resultado final será sorprendente y exitoso.
¡Actuémos!
Viva la magia. Viva
el estudio.
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