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jueves, 26 de noviembre de 2015

Actividades extraescolares




En las últimas dos décadas se ha convertido casi en una obligación hacer que nuestros hijos estén apuntados a un sinfín de actividades extraescolares para potenciar su desarrollo. Es normal que los padres quieran brindar la oportunidad a sus hijos de estar más preparados en un mundo cada vez más competitivo, pero estas actividades pueden resultar contraproducentes si sobrecargamos el tiempo de los más pequeños. La pregunta que enseguida viene a la mente es: ¿cómo lograr el equilibrio perfecto?

Hay muchos padres que creen que sus hijos deben estar aprendiendo cosas constantemente y no es así. Los niños tienen muy en cuenta el mundo que les rodea y tienden a interesarse por todo lo que pasa a su alrededor, más que cualquier adulto. Varios expertos en psicología infantil señalan que un exceso de aprendizaje juega en contra del desarrollo de un niño, haciendo que pierdan el interés rápidamente y sean propensos a aburrirse. Algo que debemos evitar a toda costa.

Un error básico en la elección de estas ocupaciones es creer que todos los niños las aprovechan por igual. Hay que optar por una u otra en función de sus gustos y sus aptitudes. No a todos los niños les gusta el fútbol, ni todas las niñas quieren hacer danza, debemos escuchar sus inclinaciones y apuntarlos a cosas que realmente quieran hacer. Por supuesto queda totalmente descartado proyectar nuestras aspiraciones en ellos e inscribirlos en actividades que nos hubiera gustado realizar a nosotros de pequeños, nuestro momento ya pasó.

En ningún momento hay que perder de vista que se trata de su ocio y no de sus obligaciones. Algo muy común que suele ocurrir cuando nuestros hijos realizan clases de algún idioma o que requieren algún esfuerzo más intelectual. Si no tenemos en cuenta que se trata de que se diviertan y aprendan al mismo tiempo, estaremos haciendo un flaco favor a nuestros hijos.

También es importante que el niño pruebe la actividad, que vea si le gusta y se lo pasa bien practicándola. Si no es así, es necesario averiguar el motivo, ya que en algunas ocasiones puede ser un problema de timidez o miedo. Puede ser un buen momento para enseñarle el valor de la constancia y que mejorar en cualquier cosa es cuestión de esfuerzo y dedicación.

Hay extraescolares que pueden resultar más beneficiosas para unos niños que para otros. Las actividades en grupo inculcan valores muy positivos, como el compañerismo y el sentimiento de pertenencia a un colectivo; pueden ayudar mucho a niños con un carácter tímido o que tengan dificultades para relacionarse. Labores individuales, como tocar un instrumento musical, son muy aconsejable para niños más dispersos que tengan dificultad para concentrarse. Hay una actividad idónea para cada tipo de persona.

En cuanto al tiempo que hay dedicar a estas ocupaciones, existe la regla de oro que dice que no conviene superar las 4 horas semanales. Por mucho que a un niño le guste una actividad, puede acabar por aborrecerla si lo saturamos.

jueves, 12 de noviembre de 2015

El acoso escolar


En mayo de este mismo año, Arancha, una chica de 16 años se arrojó por el hueco de las escaleras de su casa. Carla, de 14, saltaba desde un acantilado en 2013. El pasado octubre un niño de 11 años decidió acabar con su vida tras dejar una nota a sus padres pidiéndoles perdón y diciéndoles que no quería ir al colegio. ¿Qué está ocurriendo en los centros escolares? ¿Hasta dónde hemos llegado? ¿Cómo hemos dejado que la situación escape a nuestro control?

Hablamos del acoso escolar, por supuesto. Un problema social que afecta a 1 de cada 4 menores escolarizados en España y que los colegios no reconocen como tal, ya sea por desconocimiento o por el temor a una mala publicidad, al fin y al cabo, ¿quién quiere tener fama de albergar cualquier forma de bullying en su centro? De vez en cuando oímos casos en las noticias, vemos muertes, traumas, situaciones que condenan el desarrollo de muchos alumnos en las que sólo en contadas ocasiones se toman medidas a priori y que no se puede permitir. Es cierto que es un problema difícil de combatir, que debido al silencio de los alumnos por temor a represalias es todavía más complicado de identificar para erradicarlo a tiempo.

¿Cómo podemos actuar para prevenir el acoso escolar? Lo primero de todo es concienciar a los adultos para que sepan reconocer los primeros indicios en el entorno de la víctima. No estamos hablando de agresiones físicas, que pueden darse o no, y suponen la culminación de un proceso muy complejo. Nos referimos al acoso psicológico que se traduce en motes despectivos, insultos, intimidaciones o rumores malintencionados, que hacen que el acoso vaya creciendo en intensidad. También hay formas más sutiles, casi imperceptibles, de acoso psicológico y que pueden tener peor repercusión que cualquier agresión verbal, como el aislamiento intencionado por parte compañeros no dejando participar a la víctima en actividades sociales conjuntas, negándole la palabra o ignorándola, dinámicas que llevan a las personas que no participan activamente en el acoso a desentenderse por temor a ser nuevas víctimas. Son los adultos los que pueden poner freno a esta realidad sin tener que implicar al agredido. Bajo ningún concepto se puede minimizar el problema o pensar en la típica coletilla: “son cosas de niños”.

Enseñar a estas nuevas generaciones que el acoso es muy grave y que burlarse de otros no es gracioso constituye un paso de gigante para que tomen la actitud correcta. Es primordial hablarles de casos reales, hacer un ejercicio de empatía para que todos puedan ponerse en el lugar de una persona acosada. Hacerles conocedores de las herramientas que existen para denunciar el acoso y remarcar el concepto de que denunciar no es chivarse, es actuar de forma justa.  Ya existen programas especializados en muchos centros de nuestro país para luchar contra esta problemática, pero la solución radica en los alumnos y en una educación en valores, en el respeto y la tolerancia.

No debemos confundir cualquier incidente aislado con el acoso, los niños se pelean, eso es una realidad, el problema viene cuando la agresión se reitera en el tiempo. Es entonces cuando se plantea la gran pregunta: ¿Cuándo debemos actuar? No hacer nada nos constituye como una parte muy importante del problema y el papel de los padres es esencial para detectarlo a tiempo. Han de atender a los cambios de conducta, a lo síntomas psicosomáticos, al estado anímico o las negativas a ir al colegio. Hay que actuar en cuanto se detecte cualquiera de estos síntomas o se aprecie cualquier tipo de abuso.

Hasta que no seamos conscientes del grave problema que supone en el desarrollo de cualquier niño y en cómo puede llegar a marcar su conducta futura, nunca solucionaremos el problema. El sistema está poniendo a disposición de todos los mecanismos necesarios para acabar con esta pesadilla, ¿no creen que deberíamos aprovecharlos y no mirar hacia otro lado alegando que es algo que ha pasado durante toda la vida?

jueves, 5 de noviembre de 2015

Los padres y las nuevas tecnologías




El avance de la tecnología y la proliferación de las redes sociales han aportado muchas cosas buenas a la educación, se han convertido en la avanzadilla que abrirá las fronteras de la enseñanza del futuro y constituyen un paso de gigante que se mimetiza con los métodos tradicionales. El problema viene cuando se hace un mal uso de estas herramientas y se abusa de sus capacidades. Hemos hablado en otras ocasiones sobre los peligros y los beneficios en los más jóvenes pero, ¿qué ocurre cuando son los padres  los que inician el problema debido a las malas prácticas de estos sistemas?

El motivo de esta pequeña reflexión proviene de una noticia que se publicó hace no mucho en la página web de Cadena Ser y que disparó las alarmas en mi cabeza pese a defender a capa y espada la inclusión de las nuevas tecnologías y métodos de enseñanza en el aula. En ella se relataban algunos casos que habían ocurrido en colegios de mi comunidad de cómo un instrumento tan útil como puede ser Facebook, Twitter o WhatsApp, se había convertido en la pesadilla de muchos centros y compañeros que dedican su vida a dar forma al futuro de nuestra sociedad. 

Esperanza Díez, jefa de estudios el Colegio Público Rio Ebro de Zaragoza, hablaba de una realidad que, por desgracia, es cada vez más frecuente: "Los grupos de WhatsApp de padres estaban sirviendo para hacer críticas a los profesores en vez de para solucionar dudas". Este tipo de situaciones ha provocado que sea uno de los centros que advierten a los padres al inicio de curso que usen correctamente estas herramientas, llegando hasta el punto incluir una guía de buenas prácticas en su página web.

Y no es para menos, ya que el acoso que sufren los docentes por estos medios, tan beneficiosos por un lado y destructivos por otro, crece cada día que pasa. Crisálida Rodríguez, coordinadora del servicio Defensor del Profesor del sindicato ANPE, hablaba sobre el mayor problema de todos, la forma de infravalorar al docente: "Los comentarios de los padres inciden directamente en la visión que tienen sus hijos del profesor". Ha llegado a haber casos extremos en los que una madre comenzó una campaña de recogida de firmas en contra de una profesora de su hijo, situaciones muy difíciles de resolver y que dada la inmediatez que nos brindan estas nuevas formas de comunicación pueden provocar daños irreparables.

¿Cómo se puede paliar esta situación? Un buen comienzo sería concienciar del buen uso de estos instrumentos y conocer cuáles son los errores principales que se cometen. Ciertos padres han adquirido el mal hábito de querer controlar absolutamente todo lo que pasa en la escuela y poco a poco se disuelve la responsabilidad y la posibilidad de convertir al alumno en una persona autónoma que sepa desenvolverse en el entorno escolar. Puedo llegar a entender la preocupación de cualquier padre en la educación de su hijo, pero cuestionar continuamente la labor de un docente es una cosa totalmente distinta.

Los grupos de WhatsApp, ahora tan de moda, son una herramienta muy útil para estar en contacto con los padres y madres de los compañeros de nuestros hijos, estar al tanto de reuniones y actividades, o incluso para la organización de eventos, pero también puede crear problemas muy graves si se pasa a la crítica destructiva o se siembran  dudas con la posterior creación de una ambiente tóxico.

Como hemos podido ver, el problema no está en las herramientas sino en el mal uso que se hace de ellas. ¿No creen que deberíamos confiar en el trabajo de los profesionales de la educación antes de cuestionarlos y crear un daño importante?