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jueves, 20 de septiembre de 2012

Disciplina y Escuela

¡Cuánto tiempo llevamos perdido por el temor a las palabras, por identificar los términos con lo que connotan y no con lo que realmente significan! Porque resulta que disciplina es un concepto "militarista", "dictatorial", más propio de otros tiempos que de la época en que vivimos. Y ¿qué época vivimos? Creo que el juez Calatayud me permitirá que trascriba algunas de sus palabras, pronunciadas en una magistral ponencia que realizó recientemente en Zaragoza bajo el epígrafe 'Justicia y educación': "Hemos evolucionado mucho en muy poco tiempo. La traducción en el ámbito de la educación de esa gigantesca transformación es el siguiente: hemos pasado del padre autoritario, del padre preconstitucional, a la corriente psicopedagógica según la cual hay que dialogar, hay que argumentar y hay que razonar todo con nuestros hijos. Pero, como en España no tenemos término medio, hemos dejado atrás a los padres autoritarios y nos hemos convertido en colegas de nuestros hijos: de un extremo, al opuesto. Y no somos colegas de nuestros hijos. Somos sus padres y punto". 

Y es cierto: porque son tantos los mensajes, muchas veces contradictorios que nos llegan, que padecemos desorientación. Aquí no se trata de que todo se dialogue o todo se imponga: sencillamente se trata de que el sentido común impere. Porque toda convivencia, toda relación humana, todo colectivo se rige por normas sin las que las relaciones serían simplemente imposibles. La clara diferenciación de los roles de unos y otros, el respeto, la responsabilidad, la implicación, el compromiso, la asunción de obligaciones, el cumplimento de horarios y tareas, son valores educativos irrenunciables. Añadía el juez: "Nuestros menores conocen y ejercen todos sus derechos, que no son pocos. Pero no saben nada de deberes. Y los tienen"; es precisamente la exigencia de esos deberes lo que debemos demandar a nuestros hijos -y a nuestros alumnos-. 

Pero cuidado: se predica también con el ejemplo: y educar en valores supone "practicarlos", "dar ejemplo". La autoexigencia con uno mismo es un vehículo esencial de liderazgo, aplicable también al profesorado y aquí conviene de nuevo insistir en los términos y clarificarlos nítidamente: porque no es lo mismo poder que autoridad (con las leyes se puede ejercer poder, pero no autoridad, ni mucho menos adquirir carisma). Qué equivocados están aquellos docentes que piensan que yendo de "colegas" consiguen ganarse a los alumnos porque al final, cuando quieren rectificarsiempre- ya no tiene remedio y entonces, sus errores, nos salpican a todos. 

La autoridad en la escuela, lo que se denomina autoridad práctica, se fundamenta en normas concretas de conducta para un comportamiento social e individual e incluye la disciplina y el orden en el centro escolar. Como decía el profesor Laporta: "sin orden en el aula y en el centro será imposible cumplir el propósito educativo: el seguimiento de las reglas en una sociedad es condición necesaria para desarrollar un proyecto personal de vida". Efectivamente, a respetar las reglas debe aprenderse en la escuela y en la familia. Ni el profesor puede pasar quince minutos de su clase en un rifirrafe con los alumnos, ni los padres en continua tensión poniendo en cuestión las normas del colegio delante de sus propios hijos cuando, en muchos casos, se quejan de que ellos mismos "son incapaces" de conseguir de que en casa cumplan las que les corresponden. Seamos conscientes de aquí nos jugamos mucho y pongámonos manos a la obra. Y no están los tiempos para dar largas a la toma de decisiones: de nuevo insisto en que aquí todos somos culpables. 

¡Cuánta irracionalidad!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

A los padres, ante un nuevo curso escolar


Un nuevo curso escolar 

De nuevo ante un viejo reto: se abre un nuevo curso académico, han acabado las vacaciones y todos nos forjamos propósitos, metas, tampoco tan nuevos; me refiero a la Comunidad Educativa en general, pero acotaré el espectro: abordemos ahora el tema desde la familia. Como núcleo básico en la educación integral de sus hijos, debe involucrarse especialmente en ella y no mirar de reojo. Ya he insistido en otras ocasiones en la dificultad de conciliar vida laboral y relación padres/hijos, del maldito factor “tiempo” y de la importancia de la calidad del mismo frente a la cantidad. 

Son hechos evidentes, pero en ningún caso justifican determinadas actitudes o dejadeces y tampoco permisividades hacia los hijos, justificándonos a nosotros mismos (más que a ellos) con un “pobrecito, si es que casi no lo veo”. También debemos dejar de una vez de “comprarlos” a base de caprichos innecesarios: con ello, no sólo no los educamos correctamente sino que estamos consiguiendo el efecto contrario (quizá algún día nos digan que necesitaban más atención y menos dispendio). Porque no debemos olvidar que entre los factores que determinan el no éxito escolar están la carencia de valores como el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad, la implicación, el compromiso… ausentes en muchos de nuestros hijos en edad escolar. La sociedad premia aparentemente conductas oportunistas y salidas fáciles que son modelos demoledores para nuestros jóvenes: contribuyamos a conjurar estos peligros. 

Han sido muchos los padres que, al finalizar el Colegio de Verano que organiza nuestra Fundación, nos han solicitado pautas para continuar durante el curso las hábitos y técnicas de trabajo adquiridos en verano y nuestra respuesta ha girado sobre unas premisas básicas. En primer lugar, debemos tener en cuenta que los resultados escolares no dependen exclusivamente de las capacidades, sino más bien de los hábitos de estudio, del trabajo constante y ordenado, de la recuperación de la autoestima, de la adquisición de los conocimientos necesarios que posibiliten dar un paso más en el mundo del conocimiento. Por ello, quizá un buen principio pudiera ser elaborar conjuntamente un horario con nuestros hijos en el que queden debidamente delimitadas las horas académicas (incluidas tareas en las que también los padres deberán dedicar su tiempo, el que puedan, pero un tiempo) al igual que existe un horario laboral y las horas de ocio (planificando y delimitando ese ocio: utilización de ordenadores y juegos, televisión; salidas con los amigos…) ; deberemos buscar espacios para hablar con ellos (asumiendo cada parte su rol: no es necesario ser “amigos”, pero sí tener confianza y respeto mutuos): la lucha constante conduce a poco; fomentar la autoestima, huyendo del derrotismo ; valorar, motivar e incentivar los resultados, siempre que sean producto del esfuerzo y la responsabilidad ; asistir a las reuniones con profesores y tutores: estar en contacto con el colegio e instituto, evitando siempre el enfrentamiento con los educadores y en ningún caso desautorizarlos ante nuestros hijos ( todos estamos en el mismo barco); fomentar la lectura y la práctica del deporte… 

Hay otro aspecto no menos importante sobre el que me parece imprescindible incidir y al que no prestamos excesiva atención: el de las actitudes y hábitos de comportamiento, métodos de organización: porque todos estamos de acuerdo en que el desorden genera más desorden, mayor negligencia, menor colaboración, menor compromiso, menor responsabilidad. Me refiero a la implicación de nuestros hijos en la vida diaria del hogar y en sus normas: respetar los espacios comunes de la casa, organizar sus estancias (habitación, lugar de estudio…), ordenar su material escolar; ajustarse a los horarios que se establecen… parecen temas menores que en ningún caso lo son. Difícilmente conseguiremos que alguien se responsabilice en su tarea si no parte del respeto a las normas que rigen la convivencia: tanto familiar, como escolar o social. ¿Cómo voy a conseguir que alguien sea competente en lo que hace si no es capaz de respetar a quienes integran los colectivos en los que se mueve, si no es capaz de distinguir los roles de los demás? 

Creo que es momento de tomarnos esto muy en serio desde el ámbito fundamental que nos toca, porque aquí nos jugamos mucho. 

¡Actuemos! 

 por Miguel Ángel Heredia 

Director G. Piquer Ensañanza y Formacion 
Presidente Fundación Piquer 

viernes, 14 de septiembre de 2012

Aparición en Aragón TV

Aparición en el programa "Cara a Cara"

Por una educación (y cultura) emprendedora


Decía que una reforma y revisión del sistema educativo debía contemplar, entre muchos otros aspectos, y en lo que se refiere a los alumnos, la potenciación de determinados valores como el esfuerzo, la responsabilidad, la implicación… de algunas materias, como los idiomas, y de algunas habilidades como la comunicación, la creatividad, el trabajo en equipo, la educación emocional, la cultura de emprender…

Quiero referirme aquí a esta última y debo reiterar que no hablo de asignaturas nuevas, sino de estrategias metodológicas que enlazan con esos valores y con esas habilidades y destrezas. Reflexiono pues sobre la necesidad de trabajar estratégicamente en la capacitación de personas emprendedoras e innovadoras, facilitando entornos educativos motivadores y estimulantes que faciliten la generación de proyectos que lleven implícitos el desarrollo, la creatividad, la imaginación; de educar a jóvenes que puedan vislumbrar nuevas ideas, oportunidades de cambio y recursos útiles y valiosos en el diseño y construcción de proyectos emprendedores, capaces de comprometerse con una sociedad necesitada de nuevos retos empresariales, que posibiliten la formación integral de la cultura del emprendimiento.

No nos confundamos de nuevo y recurramos a la crítica fácil que nunca aporta nada y enreda todo. No hablo de educar para que todos sean empresarios (así define la RAE estos conceptos: empresa,acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”; emprender, “acometer y comenzar un empeño si encierra contrariedad”), hablo de aproximar el sistema educativo a la realidad, al contexto al que el estudiante se va a enfrentar cuando salga de la “urna” en la que estamos empeñados en que permanezca. La diferenciación estudiante, trabajador, empresario, funcionario… es una división terminológica que no se sostiene, so pena de que pensemos y trasmitamos (más peligroso) que ni el estudiante, ni el funcionario ni el empresario trabajan, que estudiar no es trabajar y que una cosa es aprender (estudiar) y otra hacer (trabajar).

Hablo de tomar conciencia de la relación existente  entre las situaciones cotidianas en las que deben asumirse responsabilidades, superar dificultades, perseguir metas, gestionar el tiempo, planificar los quehaceres diarios… con las  actividades que se realizan al frente de una organización ( aprendizajes relacionados con actitudes y competencias como la iniciativa, la asunción de riesgos,  la creatividad) como del uso continuo de conocimientos instrumentales básicos: comprensión y expresión oral y escrita, destrezas comunicativas, razonamiento matemático, cálculo mental y realización de estimaciones, operaciones con las reglas básicas y medidas, entre otros.

Y de desarrollar habilidades personales y sociales que faciliten el trabajo en equipo y la asunción de responsabilidades compartidas, así como la resolución dialogada de conflictos. Y, como aconseja la Comisión Europea, se trata de un proceso de aprendizaje que es preciso incorporar desde los primeros cimientos del sistema educativo, integrado en las propuestas educativas de los distintos niveles y ciclos formativos. “Que se promueva el emprendimiento como factor clave para la competitividad, destacando la importancia de impulsar una cultura europea del emprendimiento a través del fomento de la mentalidad adecuada y de las competencias relacionadas con el mismo”.

Y de estimular la confianza y seguridad en las propias capacidades y realizaciones personales, promoviendo la motivación de logros acorde con ellas y mejorando los procesos de autoconocimiento, autoestima y relación social.

¿O preferimos seguir con nuestra manía proteccionista consistente en mantener  a la escuela aislada de su entorno real, de su contexto social?

En este sentido, y conscientes de su necesidad, nuestra Fundación acaba de presentar un programa sobre la escuela emprendedora, sabedores como somos de lo importante que es  trasmitir a nuestros estudiantes la capacidad de emprender como un reto personal, basado en la habilidad para transformar ideas y hacer realidad ilusiones y proyectos.

¿Sentido común?


Presidente de Fundación Piquer

Artículo sobre el Plan Bolonia

Me ha animado a redactar este artículo la conferencia que, en el marco de la Feria de Formación y Empleo de Zaragoza, organizó nuestra Fundación e impartió magníficamente Amaya Gil, vicerrectora de ordenación académica de la Universidad San Jorge, sobre el nuevo espacio europeo de educación superior, lo que conocemos por el Plan Bolonia.

Ese cambio de “chip” atañe a toda la comunidad educativa, porque la nueva universidad altera aspectos fundamentales: en la relación profesor/alumno, en el cambio de roles entre uno y otro, en el cambio del protagonista; en el cambio de los planes universitarios y en los objetivos que estos persiguen; en la sustitución de los programas y los objetivos, en lo qué son las competencias (académicas, profesionales y personales); y en la transformación de la relación campus/sociedad. 

Importa resaltar que El Espacio Europeo de Educación Superior pretende conseguir sistemas compatibles en todos los países de la Unión, no que éstos sean iguales; que la universidad tenga una apariencia más práctica y se convierta en una escuela de futuros profesionales con una investigación rentable; que se homologuen la forma de enseñar y sus contenidos; que los alumnos sean más participativos y los profesores se impliquen más con las actividades que se desarrollan fuera del aula. Bolonia persigue que el estudiante pase a ser protagonista de su proceso de aprendizaje, trasladando el centraje en el profesor al centraje en el alumno, lo no que implica de ninguna manera que el profesor adquiera un segundo plano, sino que cambia su rol, pasando éste a ejercer una función mucho más tutorial, más estratégica (estratega del aprendizaje), tanto dentro de la universidad como fuera de ella. Los planes de estudio, la formación se adaptará a la demanda de la sociedad, a la realidad socio-laboral y tendrá como objetivo la empleabilidad; aquí es donde el binomio universidad/puesto de trabajo adquiere su verdadero valor; se conjura la dicotomía entre teoría y práctica, entre conocer y hacer. Por ello, los objetivos son sustituidos por competencias profesionales, es decir, ya no se trata de conseguir un conjunto de conocimientos y prácticas sino de adquirir un conjunto de saberes, procedimientos,estrategias, métodos, actitudes, aptitudes y valores combinados en el sentido de que el alumno ha de saber hacer (y poder hacer, y querer hacer), saber estar (y saber ser) para el ejercicio profesional. Es este dominio lo que le hace capaz de actuar eficazmente en situaciones profesionales. La competencia abarca, pues, tanto el ámbito académico, como el profesional y personal. Esa dimensión personal cobra un importante protagonismo y como consecuencia, la incidencia en valores, como el compromiso, la responsabilidad, la implicación. 

Que se evalúen competencias supone que en la nueva universidad no sirve el método tradicional de exámenes que miden adquisición de conocimientos, porque no se evaluarán sólo éstos, sino los resultados del aprendizaje en un sentido más global, con más variables. 

Pero debemos ser muy conscientes de que el proceso será lento y las adaptaciones complicadas y no exentas de fricciones inherentes a un cambio de esta naturaleza: principalmente en el profesorado y en el alumnado, quienes pasan de meros espectadores del cambio a actores que deben interpretar personajes muy diferentes a los que venían desempeñando en la obra. Miralles dice que todo progreso comporta un retroceso, lo que denomina las consecuencias del “culatazo”. Y ahí es donde cavilo: debemos controlar el ritmo del cambio y las adaptaciones de los actores para que el “culatazo” sea controlable, asimilable. Por otra parte, esta importante apuesta de futuro obliga a replantear y alterar todo el sistema educativo, desde primaria a bachillerato, no sea que hayamos conjurado el divorcio universidad/sociedad y lo sustituyamos por el de enseñanzas media/ superior: ¿serán realmente conscientes nuestros políticos de este crucial reto al abordar el pacto educativo, en vez de distraerse en detalles que poco o muy poco tienen que ver con lo que aquí hablamos. 

¡Pensemos!