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viernes, 14 de septiembre de 2012

Por una educación (y cultura) emprendedora


Decía que una reforma y revisión del sistema educativo debía contemplar, entre muchos otros aspectos, y en lo que se refiere a los alumnos, la potenciación de determinados valores como el esfuerzo, la responsabilidad, la implicación… de algunas materias, como los idiomas, y de algunas habilidades como la comunicación, la creatividad, el trabajo en equipo, la educación emocional, la cultura de emprender…

Quiero referirme aquí a esta última y debo reiterar que no hablo de asignaturas nuevas, sino de estrategias metodológicas que enlazan con esos valores y con esas habilidades y destrezas. Reflexiono pues sobre la necesidad de trabajar estratégicamente en la capacitación de personas emprendedoras e innovadoras, facilitando entornos educativos motivadores y estimulantes que faciliten la generación de proyectos que lleven implícitos el desarrollo, la creatividad, la imaginación; de educar a jóvenes que puedan vislumbrar nuevas ideas, oportunidades de cambio y recursos útiles y valiosos en el diseño y construcción de proyectos emprendedores, capaces de comprometerse con una sociedad necesitada de nuevos retos empresariales, que posibiliten la formación integral de la cultura del emprendimiento.

No nos confundamos de nuevo y recurramos a la crítica fácil que nunca aporta nada y enreda todo. No hablo de educar para que todos sean empresarios (así define la RAE estos conceptos: empresa,acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo”; emprender, “acometer y comenzar un empeño si encierra contrariedad”), hablo de aproximar el sistema educativo a la realidad, al contexto al que el estudiante se va a enfrentar cuando salga de la “urna” en la que estamos empeñados en que permanezca. La diferenciación estudiante, trabajador, empresario, funcionario… es una división terminológica que no se sostiene, so pena de que pensemos y trasmitamos (más peligroso) que ni el estudiante, ni el funcionario ni el empresario trabajan, que estudiar no es trabajar y que una cosa es aprender (estudiar) y otra hacer (trabajar).

Hablo de tomar conciencia de la relación existente  entre las situaciones cotidianas en las que deben asumirse responsabilidades, superar dificultades, perseguir metas, gestionar el tiempo, planificar los quehaceres diarios… con las  actividades que se realizan al frente de una organización ( aprendizajes relacionados con actitudes y competencias como la iniciativa, la asunción de riesgos,  la creatividad) como del uso continuo de conocimientos instrumentales básicos: comprensión y expresión oral y escrita, destrezas comunicativas, razonamiento matemático, cálculo mental y realización de estimaciones, operaciones con las reglas básicas y medidas, entre otros.

Y de desarrollar habilidades personales y sociales que faciliten el trabajo en equipo y la asunción de responsabilidades compartidas, así como la resolución dialogada de conflictos. Y, como aconseja la Comisión Europea, se trata de un proceso de aprendizaje que es preciso incorporar desde los primeros cimientos del sistema educativo, integrado en las propuestas educativas de los distintos niveles y ciclos formativos. “Que se promueva el emprendimiento como factor clave para la competitividad, destacando la importancia de impulsar una cultura europea del emprendimiento a través del fomento de la mentalidad adecuada y de las competencias relacionadas con el mismo”.

Y de estimular la confianza y seguridad en las propias capacidades y realizaciones personales, promoviendo la motivación de logros acorde con ellas y mejorando los procesos de autoconocimiento, autoestima y relación social.

¿O preferimos seguir con nuestra manía proteccionista consistente en mantener  a la escuela aislada de su entorno real, de su contexto social?

En este sentido, y conscientes de su necesidad, nuestra Fundación acaba de presentar un programa sobre la escuela emprendedora, sabedores como somos de lo importante que es  trasmitir a nuestros estudiantes la capacidad de emprender como un reto personal, basado en la habilidad para transformar ideas y hacer realidad ilusiones y proyectos.

¿Sentido común?


Presidente de Fundación Piquer

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