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jueves, 6 de marzo de 2014

Innovación y educación activa, la docencia por y para el alumno



Hoy vuelvo al blog para hablar de algo que, verdaderamente, me preocupa: la educación del presente y  su futuro. Pienso que el rumbo que están tomando las políticas educativas actuales nos conduce a un callejón sin salida en el que los jóvenes van a ir agolpándose sin remedio ni futuro.  Por momentos, el desánimo es tal que parece imposible recuperar los antiguos valores de la educación, los de siempre, los que nunca debieron perderse. Sin embargo, el hacer que estos valores vuelvan a estar presentes en el día a día de nuestros jóvenes, es una obligación social innegociable que depende de todos y cada uno de nosotro.

No me confundan. A pesar de lo apasionado de mi discurso, bajo él no se esconde ningún color político. Soy un lobo solitario en mi cruzada particular por el desarrollo de programas educativos que, de forma activa y real, actúen en la educación de los más jóvenes. Abogo por que los valores (del mismo modo que la savia en los árboles)  actúen como sustrato vital educativo, y que, desde la retaguardia, aporten ese plus tan necesario como diferencial en los programas docentes de hoy en día.

Disciplina, rigor, responsabilidad o esfuerzo han de ser los cromosomas identificativos del nuevo genoma educacional. Pero, por encima de todo hay un valor que debe implementarse de forma ininterrumpida y en el que deben estar implicados todos los agentes que intervienen en la educación actual. Sí, estoy hablando de la innovación. 

Las políticas educativas actuales deben dejar de ser la pelota de un interminable partido de tenis jugado por tenistas mediocres. Me explico, debemos dejar de mover la educación de nuestros hijos a bandazos y empezar a dirigirla con “golpes” certeros que actúen de modo inequívoco sobre los pilares motivacionales de la juventud, propiciando así su participación activa y su implicación en un elemento fundamental de cara a su futuro.

Así, pues actuemos. Actuemos profesores, padres, AMPAS y, sobre todo, instituciones públicas. Erijámonos adalides de la educación del futuro y otorguémosle el protagonismo a quienes, de veras, lo necesitan: nuestros alumnos.

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