“La buena educación de los jóvenes es, en verdad, el ministerio más
digno, el más noble, el de mayor mérito, el más beneficioso, el más útil, el
más natural, el más razonable, el más grato, el más atractivo y el más glorioso”.
Así, con estas palabras de José de Calasanz quiero abrir mi publicación de hoy.
Una frase que data del año 1621 pero aún con el paso de los años sigue siendo
de actualidad y no le falta razón.
No es casual que haya escogido estas
líneas de José de Calasanz, y es que mañana 27 de noviembre se celebra en
España el día de los maestros, catedráticos y profesores, precisamente en su
honor. Por eso, quisiera dedicarles estas líneas a todos ellos, a mis
compañeros de profesión, a esas personas que con mucho esfuerzo enseñan a
aprender día a día. No cabe duda de que el papel de educadores, maestros y
profesores es fundamental, ellos ayudan a desarrollar la disciplina, el
conocimiento, las capacidades y los valores. Aportan la motivación que
necesitan los más pequeños para superarse y descubrir algo nuevo cada día,
despiertan su curiosidad y ganas de aprender, les inculcan unos valores y, en
definitiva, forman personas y crean a los adultos y la sociedad del futuro.
Y mención especial merece también
el aragonés José de Calasanz, al que honramos cada 27 de noviembre. Nació en la
localidad oscense de Peralta de la Sal en 1557, fue sacerdote, pedagogo y santo
español, fundador de la primera escuela cristiana popular de Europa y uno de
los precursores de la pedagogía moderna. Estudió Filosofía, Derecho y Teología.
La preocupación por los pobres y los desfavorecidos ya se manifestó en sus años
de juventud en España, cuando creó la fundación en Claverol para repartir
alimentos a los pobres de esa localidad.
A los 35 años se trasladó a Roma,
con el afán de hacer carrera eclesiástica, donde residiría la mayor parte de su
vida. Conmovido por la pobreza que vivían numerosos niños romanos, en 1597 fundó
la primera escuela pública, popular y gratuita de la edad moderna en Europa, la
primera Escuela Pía. Una institución que, en 1600, introdujo en el interior de
Roma, y poco después tuvo que hacer ampliaciones para acoger a los numerosos alumnos que llegaban
de todas partes. En 1612 se vio inmerso en una serie de intereses políticos que
finalizaron con su destitución del cargo de Superior General, y la Santa Sede
determinó acabar con la congregación que él mismo había fundado. Posteriormente
le fueron restituidos sus cargos y la Comunidad volvió a ser aprobada. En 1648,
con 92 años, José de Calasanz falleció en Roma. Fue beatificado en 1748 y
canonizado en 1767.
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