En las últimas dos décadas se ha convertido casi en una
obligación hacer que nuestros hijos estén apuntados a un sinfín de actividades
extraescolares para potenciar su desarrollo. Es normal que los padres quieran brindar
la oportunidad a sus hijos de estar más preparados en un mundo cada vez más
competitivo, pero estas actividades pueden resultar contraproducentes si
sobrecargamos el tiempo de los más pequeños. La pregunta que enseguida viene a
la mente es: ¿cómo lograr el equilibrio perfecto?
Hay muchos padres que creen que sus hijos deben estar
aprendiendo cosas constantemente y no es así. Los niños tienen muy en cuenta el
mundo que les rodea y tienden a interesarse por todo lo que pasa a su
alrededor, más que cualquier adulto. Varios expertos en psicología infantil
señalan que un exceso de aprendizaje juega en contra del desarrollo de un niño,
haciendo que pierdan el interés rápidamente y sean propensos a aburrirse. Algo
que debemos evitar a toda costa.
Un error básico en la elección de estas ocupaciones es creer
que todos los niños las aprovechan por igual. Hay que optar por una u otra en
función de sus gustos y sus aptitudes. No a todos los niños les gusta el fútbol,
ni todas las niñas quieren hacer danza, debemos escuchar sus inclinaciones y
apuntarlos a cosas que realmente quieran hacer. Por supuesto queda totalmente descartado
proyectar nuestras aspiraciones en ellos e inscribirlos en actividades que nos
hubiera gustado realizar a nosotros de pequeños, nuestro momento ya pasó.
En ningún momento hay que perder de vista que se trata de su
ocio y no de sus obligaciones. Algo muy común que suele ocurrir cuando nuestros
hijos realizan clases de algún idioma o que requieren algún esfuerzo más
intelectual. Si no tenemos en cuenta que se trata de que se diviertan y
aprendan al mismo tiempo, estaremos haciendo un flaco favor a nuestros hijos.
También es importante que el niño pruebe la actividad, que
vea si le gusta y se lo pasa bien practicándola. Si no es así, es necesario
averiguar el motivo, ya que en algunas ocasiones puede ser un problema de
timidez o miedo. Puede ser un buen momento para enseñarle el valor de la
constancia y que mejorar en cualquier cosa es cuestión de esfuerzo y
dedicación.
Hay extraescolares que pueden resultar más beneficiosas para
unos niños que para otros. Las actividades en grupo inculcan valores muy
positivos, como el compañerismo y el sentimiento de pertenencia a un colectivo;
pueden ayudar mucho a niños con un carácter tímido o que tengan dificultades
para relacionarse. Labores individuales, como tocar un instrumento musical, son
muy aconsejable para niños más dispersos que tengan dificultad para
concentrarse. Hay una actividad idónea para cada tipo de persona.
En cuanto al tiempo que hay dedicar a estas
ocupaciones, existe la regla de oro que dice que no conviene superar las 4
horas semanales. Por mucho que a un niño le guste una actividad, puede acabar
por aborrecerla si lo saturamos.