Muchos de los problemas que se dan en la vida vienen
derivados de la falta de responsabilidad, un valor que hay que saber inculcar
desde muy pequeños y que marcará el desarrollo de su personalidad, además de su
actitud ante el conflicto. La irresponsabilidad es un problema que se materializa
en dos direcciones, no podremos enseñar hábitos correctos a los más pequeños si
no damos ejemplo con nuestras acciones, es una contradicción que da sentido a
la frase: “Predicar en el desierto, sermón perdido”.
La enseñanza de valores responsables comienza en los hogares
y es imprescindible que sean entendidos como pilares inamovibles.
Los padres han de cumplir lo que dicen a sus hijos y hacerlo a tiempo, al fin y
al cabo son el mayor referente en su formación. Lograr que asimilen el sentido
de la obligación y el compromiso requiere de orientación, paciencia,
constancia, perseverancia y, por supuesto, confianza.
Brindarles la oportunidad de ver hasta dónde alcanza el
resultado de sus acciones es la primera lección. Dejar que tomen sus propias
decisiones, hacer que comprendan sus fracasos y sus logros, además de hacerles
ver las consecuencias de sus actos, son premisas básicas que han de quedar bien
arraigadas desde el principio. Todo esto, unido al apoyo y al cariño, formará
la amalgama que estará presente durante su desarrollo.
Como todo en la vida, habrá que empezar poco a poco. Asignar
tareas simples para ir incrementando paulatinamente la complejidad de estas
será muy importante para lograr que interioricen el sentido de la
responsabilidad. Cometidos como ordenar sus juguetes o recoger su plato de la
mesa los hará conscientes de su obligación de cumplir una serie de reglas. Hay muchos
padres que cometen el error de premiar estas acciones y olvidan enseñar que el
esfuerzo es algo natural en la vida y no constituye un medio para conseguir un
fin. El esfuerzo tiene recompensa, eso está claro, pero hay que saber muy bien
cuando otorgarlas.
En segundo lugar es muy importante lograr que se valgan por
sí mismos, lección que aparte de forjar una autoestima de hierro, les enseñará
a conocer el valor de las cosas. No caigamos en el error de hacer tareas que
les corresponden, les estaremos haciendo un flaco favor. Hay que darles pautas
de cómo desempeñarlas para que las hagan ellos solos.
Un pequeño itinerario de actividades es una buena forma de
organización que les ayudará a gestionar su tiempo y hacer que cumplan con sus
compromisos. Poco a poco se irá cultivando esa responsabilidad y estas tareas
pasarán a formar parte de sus vidas. Facilitemos los medios para que las
realicen, dentro del espectro de lo posible, y veremos cómo los resultados van
aflorando con el tiempo.
No olvidemos que educar requiere paciencia, dedicación y
cariño, los tres ingredientes que configurarán el futuro de nuestros hijos.
Tengamos presente que la responsabilidad es más que un compromiso y no se nace
con ella, se adquiere con el tiempo.
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