En el éxito o fracaso escolar influyen diversos factores como puede ser la concentración, el correcto aprendizaje de los conocimientos básicos y, por supuesto, valores como responsabilidad, esfuerzo, motivación o implicación. Hoy quiero centrarme en la responsabilidad, esa capacidad que poseemos los seres humanos para dar respuesta a nuestros propios actos y que, como tal, implica cierto grado de madurez y compromiso, tanto con los demás, como con uno mismo. Así, ser responsable implica tomar decisiones conscientemente y aceptar las consecuencias nuestros actos, dispuestos a rendir cuenta de ellos. Es la virtud o disposición habitual de asumir las consecuencias de las propias decisiones, respondiendo de ellas ante alguien.
La responsabilidad de nuestros
hijos en su etapa escolar pasa por ser respetuoso con su entorno (familia,
compañeros, profesores…), llegar puntual a clase o al colegio, estar muy atento
a las explicaciones del profesor, preguntar cuando no entienda algo, cuidar el
material de trabajo o estudiar a diario. Unos compromisos que se irán
incrementando a lo largo de los años y que, cuando sean adultos, se trasladarán
al ámbito laboral, familiar, etc.
Como padres, debemos inculcar
este valor desde pequeños porque se va aprendiendo e interiorizando de forma
progresiva y en función del desarrollo evolutivo de los niños. Debemos tener
muy claro que educar niños responsables es una tarea a largo plazo, que
requiere de mucha dedicación, y que el nivel de exigencia ha de estar en
consonancia con las posibilidades de la persona. No podemos estar siempre
detrás del niño o adolescente para que cumpla las normas. Y para evitarlo,
debemos fomentar el sentido de la responsabilidad desde pequeños, mediante una
serie de estrategias educativas adecuadas.
Para transmitir a nuestros hijos
el valor de la responsabilidad, el mejor método es el de “predicar con el
ejemplo”. Como ya sabrás, los niños imitan a sus padres, y muchos de los
valores, actitudes y comportamientos derivan de lo que ven y aprenden de sus
progenitores. Así, antes de exigir tenemos que enseñar y dar un margen de
tiempo para interiorizar el aprendizaje.
Además, una de las pautas que nos
pueden ayudar a la hora de fomentar el sentido de la responsabilidad en los más
pequeños es asignarle ciertas tareas, hacer que acepte su cumplimiento y que
cumpla con su palabra. Por ejemplo, le pediremos que recoja su habitación, ponga
la mesa a la hora de comer o que todos los días prepare su mochila con el
material necesario, y éstas serán tareas única y exclusivamente suyas, que
deberá cumplir a diario.
Otra de nuestras funciones será
enseñarle a aceptar sus errores con humildad en el caso de equivocarse, y a no
buscar excusas cuando no haya cumplido su compromiso. Es decir, en el caso de
que un día no prepare su mochila, no lleve a clase los libros que necesita, ni
pueda entregar los deberes de ese día, será el único responsable de sus actos y
deberá atenerse a las consecuencias que ello pueda conllevar. La
responsabilidad está estrechamente ligada al autocompromiso, y como tal,
siempre debe tener presente que debe cumplir con los demás, pero sin olvidarse
de uno mismo.
En definitiva, ser responsables
no es únicamente cumplir con lo que se manda, ser responsables algo más, es
saber elegir y decidir por uno mismo. Algo que se debe aprender desde bien
pequeños y que irá aumentando con la edad