Una de las piedras angulares en
la educación de un niño es el desarrollo de la autonomía personal. Los padres
tenemos la labor de enseñarles a que sean capaces de realizar por sí mismos
tareas y actividades propias de los niños de su edad. Al principio, cuando son
pequeños se les requieren cosas sencillas pero que para ellos son muy
complicadas, igual que en su día lo fueron para nosotros. Y por si alguno no lo
recuerda, atar los cordones de los zapatos era todo un reto, que en muchas ocasiones
no conseguías superar y te veías obligado a dejarlo en manos de los padres,
profesores o compañeros mayores de colegio. Y algo muy parecido ocurría con el
hecho de vestirte sin ayuda de nadie,
bueno he de decir que en mi casa, al principio, tenían el detalle de dejar la
ropa preparada en una silla a los pies de la cama, pero aún así ponerte la
camiseta sin que quedase la etiqueta y las costuras a la vista era toda una
aventura, o descubrir qué zapato era el izquierdo y cuál el derecho… ¡menos mal
que no tenemos cien pies!
La higiene e imagen personal, la
comida o la vida en sociedad son los primeros hábitos que aprendemos. Pero conforme
se van cumpliendo años, las exigencias se van incrementando; y con edad más
avanzada podemos trasladar esa autonomía
de la que hablamos al estudio. Por eso,
una vez que se inicia la edad escolar, debemos aportar a los pequeños las
herramientas suficientes para que realicen por su cuenta los deberes y que así,
en un futuro, sean capaces de enfrentarse al estudio de manera independiente.
Precisamente, como padres, ésta será una de nuestras prioridades.
Y es que de lo contrario, si no
trabajamos esta capacidad, el niño/a no conseguirá ser una persona autónoma. No
sabrá cómo actuar ante ciertos problemas, continuamente requerirá la ayuda o la
presencia del profesor o los padres, siempre tendremos que preguntarle la
lección, le invadirán las dudas... Y en esta ocasión hago referencia a ejemplos
relacionados con el tema académico porque es el que nos concierne en este
momento, pero he de decir que esta carencia se trasladará también a los
distintos ámbitos de su vida y le acompañará, incluso, cuando sea mayor. Y es
que, en ocasiones, no somos conscientes de la importancia que tiene la
educación recibida desde pequeños, cada acción, cada gesto…
A lo largo de nuestra vida, pasar
de una etapa a otra supone un esfuerzo porque es necesario desprenderse de lo
conocido y afrontar lo desconocido. Y en este sentido debes saber que si evitas
el esfuerzo porque no quieres que sufra o crees que es demasiado pequeño, estarás evitando también
su satisfacción de lograr algo que solamente se consigue con esfuerzo. Ayudarle
a desprenderse de nosotros para que aprenda a ser autónomo no es otra cosa que
animarle a crecer.
En primer lugar, debes saber que
si quieres enseñar a tu hijo/a a ser autónomo tendrás que armarte de paciencia
porque es un proceso lento y que requiere mucha constancia. Así pues, nunca le
enseñes a hacer una actividad cuando tengas prisa, trata de crear un ambiente
de aprendizaje relajado y que el pequeño disponga de todo el tiempo necesario.
También es muy aconsejable que le
enseñes paso a paso la actividad y le acompañes en la realización de la misma.
Supongamos que queremos que aprenda a prepararse el desayuno sin ayuda. En este
caso tendremos que indicarle qué necesita (cuchara, taza, leche, cacao,
galletas) y dónde puede encontrarlo. A continuación le explicaremos cada uno de
los pasos de la preparación y le advertiremos de los posibles “riesgos”, por
ejemplo, que se puede quemar al sacarlo del microondas o que si no tiene
cuidado al echar la leche se le puede derramar. Una vez que le hemos explicado
todos los pasos de esta nueva actividad, dejaremos que la realice solo aunque
con nuestra supervisión, y le invitaremos a que lo practique una y otra vez para
que no se le olvide.
A estas altura seguro que todos
sabemos que de los errores se aprende, por eso es muy importante que permitamos
que nuestro hijo se equivoque. Si le gritamos cuando falla y le reprochamos que
hace las cosas mal, le pondremos
nervioso y se bloqueará. Por el contrario, si le animamos y le enseñamos a
hacerlo bien aprenderá y ganará seguridad en sí mismo.
Desde que son pequeños, nuestra
labor es dejar que se esfuercen y disfruten de nuevos aprendizajes hasta que
consigan hacerlo sin ayuda. Si conseguimos que nuestro hijo sea independiente
en distintos aspectos de la vida diaria, será más fácil trasladarlo después al
ámbito escolar. Y es que lo deberes son
las primeras preocupaciones de los estudiantes, por lo general, las primeras
cargas de responsabilidad. Por tanto, si en cada etapa le enseñamos todo
aquello que está preparado para aprender, se sentirá dispuesto y encantado de
hacerlo, y disfrutará aprendiendo cada día.
En definitiva, si trabajamos la
autonomía de nuestro hijo/a conseguiremos que aumente la seguridad en sí mismo,
aspecto imprescindible para seguir aprendiendo y progresar. También potenciará
la responsabilidad, la atención y la fuerza de voluntad. Además, cuando le
enseñamos a hacer las cosas autónomamente, le estamos enseñando a desarrollar
un orden lógico a la hora de realizar las tareas y, al mismo tiempo, a
estimular su capacidad de pensar y razonar.
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