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miércoles, 4 de junio de 2014

Ayudas mínimas. El estudio como herramienta de independencia




Una de las piedras angulares en la educación de un niño es el desarrollo de la autonomía personal. Los padres tenemos la labor de enseñarles a que sean capaces de realizar por sí mismos tareas y actividades propias de los niños de su edad. Al principio, cuando son pequeños se les requieren cosas sencillas pero que para ellos son muy complicadas, igual que en su día lo fueron para nosotros. Y por si alguno no lo recuerda, atar los cordones de los zapatos era todo un reto, que en muchas ocasiones no conseguías superar y te veías obligado a dejarlo en manos de los padres, profesores o compañeros mayores de colegio. Y algo muy parecido ocurría con el hecho de vestirte sin  ayuda de nadie, bueno he de decir que en mi casa, al principio, tenían el detalle de dejar la ropa preparada en una silla a los pies de la cama, pero aún así ponerte la camiseta sin que quedase la etiqueta y las costuras a la vista era toda una aventura, o descubrir qué zapato era el izquierdo y cuál el derecho… ¡menos mal que no tenemos cien pies! 

La higiene e imagen personal, la comida o la vida en sociedad son los primeros hábitos que aprendemos. Pero conforme se van cumpliendo años, las exigencias se van incrementando; y con edad más avanzada podemos trasladar esa  autonomía  de la que hablamos al estudio. Por eso, una vez que se inicia la edad escolar, debemos aportar a los pequeños las herramientas suficientes para que realicen por su cuenta los deberes y que así, en un futuro, sean capaces de enfrentarse al estudio de manera independiente. Precisamente, como padres, ésta será una de nuestras prioridades.

Y es que de lo contrario, si no trabajamos esta capacidad, el niño/a no conseguirá ser una persona autónoma. No sabrá cómo actuar ante ciertos problemas, continuamente requerirá la ayuda o la presencia del profesor o los padres, siempre tendremos que preguntarle la lección, le invadirán las dudas... Y en esta ocasión hago referencia a ejemplos relacionados con el tema académico porque es el que nos concierne en este momento, pero he de decir que esta carencia se trasladará también a los distintos ámbitos de su vida y le acompañará, incluso, cuando sea mayor. Y es que, en ocasiones, no somos conscientes de la importancia que tiene la educación recibida desde pequeños, cada acción, cada gesto…

A lo largo de nuestra vida, pasar de una etapa a otra supone un esfuerzo porque es necesario desprenderse de lo conocido y afrontar lo desconocido. Y en este sentido debes saber que si evitas el esfuerzo porque no quieres que sufra o crees que es  demasiado pequeño, estarás evitando también su satisfacción de lograr algo que solamente se consigue con esfuerzo. Ayudarle a desprenderse de nosotros para que aprenda a ser autónomo no es otra cosa que animarle a crecer.

En primer lugar, debes saber que si quieres enseñar a tu hijo/a a ser autónomo tendrás que armarte de paciencia porque es un proceso lento y que requiere mucha constancia. Así pues, nunca le enseñes a hacer una actividad cuando tengas prisa, trata de crear un ambiente de aprendizaje relajado y que el pequeño disponga de todo el tiempo necesario. 

También es muy aconsejable que le enseñes paso a paso la actividad y le acompañes en la realización de la misma. Supongamos que queremos que aprenda a prepararse el desayuno sin ayuda. En este caso tendremos que indicarle qué necesita (cuchara, taza, leche, cacao, galletas) y dónde puede encontrarlo. A continuación le explicaremos cada uno de los pasos de la preparación y le advertiremos de los posibles “riesgos”, por ejemplo, que se puede quemar al sacarlo del microondas o que si no tiene cuidado al echar la leche se le puede derramar. Una vez que le hemos explicado todos los pasos de esta nueva actividad, dejaremos que la realice solo aunque con nuestra supervisión, y le invitaremos a que lo practique una y otra vez para que no se le olvide.

A estas altura seguro que todos sabemos que de los errores se aprende, por eso es muy importante que permitamos que nuestro hijo se equivoque. Si le gritamos cuando falla y le reprochamos que hace las cosas mal,  le pondremos nervioso y se bloqueará. Por el contrario, si le animamos y le enseñamos a hacerlo bien aprenderá y ganará seguridad en sí mismo.

Desde que son pequeños, nuestra labor es dejar que se esfuercen y disfruten de nuevos aprendizajes hasta que consigan hacerlo sin ayuda. Si conseguimos que nuestro hijo sea independiente en distintos aspectos de la vida diaria, será más fácil trasladarlo después al ámbito escolar.  Y es que lo deberes son las primeras preocupaciones de los estudiantes, por lo general, las primeras cargas de responsabilidad. Por tanto, si en cada etapa le enseñamos todo aquello que está preparado para aprender, se sentirá dispuesto y encantado de hacerlo, y disfrutará aprendiendo cada día. 

En definitiva, si trabajamos la autonomía de nuestro hijo/a conseguiremos que aumente la seguridad en sí mismo, aspecto imprescindible para seguir aprendiendo y progresar. También potenciará la responsabilidad, la atención y la fuerza de voluntad. Además, cuando le enseñamos a hacer las cosas autónomamente, le estamos enseñando a desarrollar un orden lógico a la hora de realizar las tareas y, al mismo tiempo, a estimular su capacidad de pensar y razonar. 

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