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miércoles, 28 de mayo de 2014

Si no aprovechas la concentración, estás perdido.



Te sientas a estudiar y tu mente empieza a divagar de un lado a otro. En cuestión de segundos viajas a una playa paradisiaca, te desplazas a la montaña para pasar unos días de aventura o aprovechas para irte de juerga con tus amigos pero… ¡no! Todo es fruto de tu imaginación, la realidad es otra. Estás sentado frente a los apuntes y es momento de preparar el examen dejando a un lado todas esas distracciones. 

Seguro que en alguna ocasión te ha ocurrido algo parecido, que te ha perjudicado notablemente a la hora de hacer un trabajo, extendiéndolo en el tiempo. Para evitar “irnos por las nubes” y que nuestro pensamiento viaje de un lugar a otro, debemos poner en marcha nuestra concentración. Esto consiste simplemente en activar la capacidad que nos permite fijar la atención sobre una acción de forma selectiva evitando que el pensamiento se escape a otras cuestiones. Y resulta fundamental para lograr una experiencia de aprendizaje más efectiva y provechosa. Y es que en ocasiones, el simple hecho de centrarse en una tarea concreta exige un esfuerzo de voluntad.

Debemos tener en cuenta que no sólo el hecho de ser estudiante requiere esta capacidad. Todo trabajo exige un grado de concentración, desde el más simple hasta el más complejo. Por eso, desde niños, adquirimos la capacidad de concentración, y ésta debe ir aumentando de acuerdo con la edad y la exigencia. Depende de diversos factores personales, pero con entrenamiento y práctica siempre se puede mejorar, y para ello existen distintas técnicas y hábitos de trabajo. 

Conocer y entrenarse en una serie de hábitos de estudio nos ayudará a potenciar y facilitar la habilidad para aprender, y será al mismo tiempo una de las claves para sacar el máximo provecho y conseguir el mejor rendimiento. Ahora bien, para poder concentrarte necesitas conseguir una autorregulación mental, que consiste en entrenar tu mente para centrar la atención; así como controlar los factores ambientales y reducirlos lo mínimo posible. 

Para evitar distracciones que reduzcan nuestra concentración, el lugar de estudio debe estar aislado, libre de ruidos y sin elementos que puedan desviar nuestra atención. El momento del día que nos permita obtener mayor tranquilidad y  las horas en las que tengamos más facilidad de concentración marcarán el horario de estudio. 

El orden también nos ayudará a mantener centrada la atención. Antes de sentarnos a estudiar tenemos que preparar todo el material que necesitamos, así evitaremos levantarnos a por una regla, a los cinco minutos a por la calculadora, después a por el compás… porque así sólo conseguiremos perder el tiempo.

El mismo cansancio puede llevarnos a la distracción, por eso es recomendable establecer en nuestra planificación un tiempo de descanso que nos ayudará a despejar la mente. Si la falta de concentración es inevitable, cambiar de materia puede ser una buena alternativa.

En definitiva, a la hora de trabajar o estudiar nuestro objetivo será conseguir el máximo rendimiento invirtiendo  el mínimo esfuerzo posible. Por lo que la concentración se convierte en la clave para la consecución del éxito escolar.

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