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miércoles, 14 de mayo de 2014

“No esforzarte en la consecución de tus objetivos, te quita el derecho a lamentarte”




En cierta ocasión, el genio Albert Einstein afirmó que sus descubrimientos no eran fruto de su inteligencia, aseguró que todo era mérito de su perseverancia. Y es que este genio científico presentó diferentes problemas de aprendizaje, pero tenía una gran motivación para triunfar en aquello que se propuso. Ya lo reza el dicho popular “querer es poder”, lo que viene a decir que cuando deseamos algo se eliminan las barreras u obstáculos que pueda haber en nuestro camino y sólo vemos la meta.

A menudo oímos lo importante que resulta estar motivado para lograr lo que uno se propone. Más aún en tiempos de crisis, cuando se necesita doble dosis de motivación. Pero, ¿Qué es exactamente la motivación? Es un estado interno que activa, aporta energía, dirige y mantiene la conducta de la persona hacia metas o fines determinados. Es el impulso que mueve a la persona a realizar determinadas acciones y persistir en ellas hasta su culminación. 

Ir a la escuela, interiorizar unos conocimientos y superar exámenes son grandes retos en el día a día de nuestros hijos o alumnos, que pueden estar determinados, entre otros aspectos, por la motivación. Los estudiantes necesitan el impulso y energía para trabajar día a día, pero para conseguirlo la tarea no es sólo suya o de los padres, el entorno escolar también juega un papel muy importante reconociendo el esfuerzo, el progreso e individualizando la esperanza. Al fin y al cabo, el objeto de la enseñanza es el alumno y el de la educación el individuo (nuestro hijo o alumno). Entre todos, familia y ámbito educativo, debemos trabajar por conseguir esa motivación que necesitan y que les ayudará a forjar un proyecto personal de vida. 

Detectar el problema a tiempo es esencial para poner una solución. 

Si creemos que nuestro hijo/a tiene falta de motivación, también deberemos detectar cuándo el niño dejó de motivarse por los estudios. Para descubrirlo simplemente tenemos que hablar de forma tranquila y escuchar atentamente lo que expone. Los niños son muy sinceros, lo más probable es que nos explique cuáles son las causas que le desmotivan a la hora de hacer la tarea.

Una vez identificado el “problema”, trabajaremos para motivar a nuestro hijo o alumno. En este sentido es imprescindible que perciba que puede conseguirlo y que, en el camino hasta la meta, contará con una serie de pautas en forma de guía para ir en la buena dirección. También debe saber que en todo momento vamos a estar a su lado para ayudarle y apoyarle. Por tanto, marcar unos objetivos, desarrollar y aplicar el plan serán las primeras tareas.

Como padres, somos para nuestros hijos el modelo a seguir y, como tal, tratarán de imitarnos. Por ello, si queremos motivarles tendremos que ser los primeros en dar ejemplo. No podemos pedirle que haga los deberes o lea un libro si nunca nos ha visto hacerlo a nosotros, y además se lo pedimos mientras estamos tumbados en el sofá viendo la televisión. 

Otro aspecto muy importante es que identifiquen el esfuerzo como algo positivo. En nuestras manos está hacerles ver que aunque se hayan esforzado y no hayan conseguido lo esperado, los resultados que vendrán a largo plazo merecerán la pena. En este sentido, le estimularemos para que identifique sus aspiraciones a largo plazo, y potenciaremos que se centre en conseguir objetivos pequeños hasta alcanzar el principal.

De nada nos sirve ser negativos y transmitir ese sentimiento a nuestros hijos. Por el contrario, mostrarles siempre el lado positivo de las cosas puede ser de gran ayuda. Como también lo es reconocer los resultados positivos y cuando sean negativos animarles a mejorar. 

La motivación viene acompañada de la confianza. La fuerza de voluntad, la fe y no tener miedo a fracasar son, en muchos casos, la clave del éxito incluso en las condiciones más desfavorables.

Como ya hemos mencionado en más de una ocasión, las expectativas deben ser razonables. Por ejemplo, no podemos pretender subir un pico de 8.000 metros si nunca hemos subido un monte.

Cuando tengas dudas, fíjate en la parte que llevas conseguida, no en la que te queda por conseguir. No gastes tiempo en quejarte porque sólo te quitará energías y no te solucionará nada. Llena tu mochila de optimismo, camina con paso firme y disfruta siempre del camino.

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