La atención es una capacidad
básica para desarrollar la mayoría de las tareas escolares que se puede
reforzar y ejercitar a lo largo de los años y, en eso, los adultos jugamos un
papel muy importante. Desde bien pequeños debemos inculcarles la necesidad de prestar
atención a las explicaciones del profesor, ya que la carencia de ésta tiene una
relación directa con el fracaso académico. Está comprobado que el déficit de
atención puede frenar el aprendizaje y afectar al rendimiento de cursos
posteriores.
Si bien es cierto que el TDA debe
ser tratado por un especialista, los profesionales de la enseñanza podemos
orientar, puesto que sus síntomas son fáciles de detectar. Facilidad de
distracción, incapacidad para realizar tareas sencillas que perfectamente saben
hacer o escasa asimilación de los contenidos tratados en clase son algunos de
los síntomas del TDA. Pero no solo eso,
también derivado de la facilidad de
esparcimiento, se producen sucesivas interrupciones para realizar sus tareas
levantándose continuamente de la silla, realizando evasiones mentales en el
propio lugar de estudio y distracciones con cualquier objeto, así como
finalización de los deberes a horas inadecuadas para su edad.
Si has visto retratada la imagen
de tu hijo cuando describía los síntomas, no desesperes antes de tiempo, en tus
manos está poner solución porque, tal y como comentaba al principio, la
atención es algo que se puede mejorar si la ejercitamos y trabajamos días a
día. Por lo general, nuestros objetivos
serán concienciarle de la necesidad de mejorar la atención en los estudios y no
exigirle unas metas por encima de las capacidades. También mediremos los
tiempos de atención para, poco a poco, ir incrementándolos; e intentaremos
mejorar sus habilidades sociales como parte del proceso integrador y
participativo.
En lo que se refiere a las
pautas, nuestro papel como padres pasa por explicarle detenidamente las tareas
que debe realidad, con claridad y con un lenguaje directo, preciso y compuesto
por frases cortas. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestro hijo/a y
sabemos perfectamente qué es lo que le gusta, por eso, aprovecharemos sus
intereses y motivaciones para desarrollar estrategias que se adapten a él.
Imaginemos que nuestro hijo/a se
distrae con cualquier objeto que tiene a su alrededor, en ese caso, trataremos
de orientar su mesa de trabajo de tal forma que focalice la atención únicamente
hacia los libros. Intentaremos delimitar el campo de visión y eliminaremos
todos los posibles objetos que le pueden llevar a la pérdida de atención. En el
caso de que se eternice en las tareas, le seguiremos muy de cerca cuando
trabaje en sus tareas diarias, fijando nuestras metas y aumentando su motivación
para que siga trabajando. Si lo que
ocurre es que no presta atención a las explicaciones, podemos interactuar con
el niño/a y buscar su participación, escuchándole atentamente y haciéndole
sentirse importante; quizá los recursos visuales o cambiar la entonación nos
ayuden en nuestra labor.
Y dicho esto, si tu hijo/a tiene
déficit de atención ha llegado el momento de empezar a trabajar. Debes tener
claro que no encontrarás los resultados de un día para otro, por eso debes
armarte de paciencia y ser muy constante, los resultados llegarán a largo plazo
y tu hijo forjará una base que le ayudará ahora y le acompañará en el futuro.
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