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miércoles, 21 de mayo de 2014

La atención es el verdadero secreto del aprendizaje




“Se distrae mucho en clase” o “no atiende” son frases que seguro habrás escuchado en alguna ocasión, ya sea refiriéndose a tu hijo/a o a un compañero o conocido. Y es que hoy en día el número de alumnos con déficit de atención, también conocido como TDA, es más elevado que hace unos años. Lo más llamativo es que el desinterés por las explicaciones de los docentes no siempre deriva de problemas de hiperactividad ni por discapacidades, sino que responde a un cambio en los hábitos de los menores.

La atención es una capacidad básica para desarrollar la mayoría de las tareas escolares que se puede reforzar y ejercitar a lo largo de los años y, en eso, los adultos jugamos un papel muy importante. Desde bien pequeños debemos inculcarles la necesidad de prestar atención a las explicaciones del profesor, ya que la carencia de ésta tiene una relación directa con el fracaso académico. Está comprobado que el déficit de atención puede frenar el aprendizaje y afectar al rendimiento de cursos posteriores.

Si bien es cierto que el TDA debe ser tratado por un especialista, los profesionales de la enseñanza podemos orientar, puesto que sus síntomas son fáciles de detectar. Facilidad de distracción, incapacidad para realizar tareas sencillas que perfectamente saben hacer o escasa asimilación de los contenidos tratados en clase son algunos de los síntomas del TDA. Pero  no solo eso, también derivado  de la facilidad de esparcimiento, se producen sucesivas interrupciones para realizar sus tareas levantándose continuamente de la silla, realizando evasiones mentales en el propio lugar de estudio y distracciones con cualquier objeto, así como finalización de los deberes a horas inadecuadas para su edad.

Si has visto retratada la imagen de tu hijo cuando describía los síntomas, no desesperes antes de tiempo, en tus manos está poner solución porque, tal y como comentaba al principio, la atención es algo que se puede mejorar si la ejercitamos y trabajamos días a día.  Por lo general, nuestros objetivos serán concienciarle de la necesidad de mejorar la atención en los estudios y no exigirle unas metas por encima de las capacidades. También mediremos los tiempos de atención para, poco a poco, ir incrementándolos; e intentaremos mejorar sus habilidades sociales como parte del proceso integrador y participativo. 

En lo que se refiere a las pautas, nuestro papel como padres pasa por explicarle detenidamente las tareas que debe realidad, con claridad y con un lenguaje directo, preciso y compuesto por frases cortas. Nosotros somos los que mejor conocemos a nuestro hijo/a y sabemos perfectamente qué es lo que le gusta, por eso, aprovecharemos sus intereses y motivaciones para desarrollar estrategias que se adapten a él.

Imaginemos que nuestro hijo/a se distrae con cualquier objeto que tiene a su alrededor, en ese caso, trataremos de orientar su mesa de trabajo de tal forma que focalice la atención únicamente hacia los libros. Intentaremos delimitar el campo de visión y eliminaremos todos los posibles objetos que le pueden llevar a la pérdida de atención. En el caso de que se eternice en las tareas, le seguiremos muy de cerca cuando trabaje en sus tareas diarias, fijando nuestras metas y aumentando su motivación para que siga trabajando.  Si lo que ocurre es que no presta atención a las explicaciones, podemos interactuar con el niño/a y buscar su participación, escuchándole atentamente y haciéndole sentirse importante; quizá los recursos visuales o cambiar la entonación nos ayuden en nuestra labor.

Y dicho esto, si tu hijo/a tiene déficit de atención ha llegado el momento de empezar a trabajar. Debes tener claro que no encontrarás los resultados de un día para otro, por eso debes armarte de paciencia y ser muy constante, los resultados llegarán a largo plazo y tu hijo forjará una base que le ayudará ahora y le acompañará en el futuro.

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