Los más pequeños experimentarán durante estos días el
síndrome postvacacional que hemos sufrido los adultos a los largo del verano,
cuando nos tocaba reincorporarnos al trabajo. Y es que a los estudiantes
también les cuesta volver a la rutina, madrugar cada día para ir a clase,
asumir las tareas del día a día. No nos alarmemos, tan solo se trata de una
etapa transitoria en la que pueden presentar diversos “trastornos” como apatía,
tristeza o ansiedad, pero será cuestión de días.
De nada sirve lamentarse pensando en lo bien que estábamos en
la playa, la montaña o la piscina. Hay que empezar a trabajar desde ya, y los
adultos podemos hacer que la vuelta de nuestros hijos sea lo más llevadera
posible. En primer lugar debemos mostrarnos confiados y alegres antes la nueva
etapa; y ayudarles a que la vean como oportunidad de alcanzar nuevos retos.
Ante un cambio cualquier persona se siente inquieta,
sentimiento que se incrementa más aún en los pequeños que tienen por delante
todo un mundo que conquistar. Tenemos que hacerles ver esta nueva etapa como un
momento de cambio en el que tienen muchas cosas que conocer y aprender:
profesores, compañeros, amigos, valores, actividades, conocimientos…
Ayudemos a nuestros hijos a cargar las mochilas de la energía
y la ilusión necesaria para hacer frente a nuevos retos y nuevas metas.
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