De nuevo ante un viejo reto: se abre un nuevo curso académico, han
acabado las vacaciones y todos nos forjamos propósitos, metas, tampoco
tan nuevos; me refiero a la Comunidad Educativa en general, pero acotaré
el espectro: abordemos ahora el tema desde la familia. Como núcleo básico
en la educación integral de sus hijos, debe involucrarse especialmente en
ella y no mirar de reojo. Ya he insistido en otras ocasiones en la dificultad
de conciliar vida laboral y relación padres/hijos, del maldito factor
“tiempo” y de la importancia de la calidad del mismo frente a la cantidad.
Son hechos evidentes, pero en ningún caso justifican determinadas actitudes o dejadeces y tampoco
permisividades hacia los hijos, justificándonos a nosotros mismos (más que a ellos) con un “pobrecito, si es
que casi no lo veo”. También debemos dejar de una vez de “comprarlos” a base de caprichos innecesarios:
con ello, no sólo no los educamos correctamente sino que estamos consiguiendo el efecto contrario (quizá
algún día nos digan que necesitaban más atención y menos dispendio). Porque no debemos olvidar que
entre los factores que determinan el no éxito escolar están la carencia de valores como el esfuerzo, el
sacrificio, la responsabilidad, la implicación, el compromiso… ausentes en muchos de nuestros hijos en
edad escolar. La sociedad premia aparentemente conductas oportunistas y salidas fáciles que son modelos
demoledores para nuestros jóvenes: contribuyamos a conjurar estos peligros.
Han sido muchos los padres que, al finalizar el Colegio de Verano que organiza nuestra Fundación, nos han
solicitado pautas para continuar durante el curso las hábitos y técnicas de trabajo adquiridos en verano y
nuestra respuesta ha girado sobre unas premisas básicas. En primer lugar, debemos tener en cuenta que
los resultados escolares no dependen exclusivamente de las capacidades, sino más bien de los hábitos de
estudio, del trabajo constante y ordenado, de la recuperación de la autoestima, de la adquisición de los
conocimientos necesarios que posibiliten dar un paso más en el mundo del conocimiento. Por ello, quizá
un buen principio pudiera ser elaborar conjuntamente un horario con nuestros hijos en el que queden
debidamente delimitadas las horas académicas (incluidas tareas en las que también los padres deberán
dedicar su tiempo, el que puedan, pero un tiempo) al igual que existe un horario laboral y las horas de ocio
(planificando y delimitando ese ocio: utilización de ordenadores y juegos, televisión; salidas con los
amigos…) ; deberemos buscar espacios para hablar con ellos (asumiendo cada parte su rol: no es necesario
ser “amigos”, pero sí tener confianza y respeto mutuos): la lucha constante conduce a poco; fomentar la
autoestima, huyendo del derrotismo ; valorar, motivar e incentivar los resultados, siempre que sean
producto del esfuerzo y la responsabilidad ; asistir a las reuniones con profesores y tutores: estar en
contacto con el colegio e instituto, evitando siempre el enfrentamiento con los educadores y en ningún caso
desautorizarlos ante nuestros hijos ( todos estamos en el mismo barco); fomentar la lectura y la práctica
del deporte…
Hay otro aspecto no menos importante sobre el que me parece imprescindible incidir y al que no
prestamos excesiva atención: el de las actitudes y hábitos de comportamiento, métodos de organización:
porque todos estamos de acuerdo en que el desorden genera más desorden, mayor negligencia, menor
colaboración, menor compromiso, menor responsabilidad. Me refiero a la implicación de nuestros hijos en
la vida diaria del hogar y en sus normas: respetar los espacios comunes de la casa, organizar sus estancias
(habitación, lugar de estudio…), ordenar su material escolar; ajustarse a los horarios que se establecen…
parecen temas menores que en ningún caso lo son. Difícilmente conseguiremos que alguien se
responsabilice en su tarea si no parte del respeto a las normas que rigen la convivencia: tanto familiar,
como escolar o social. ¿Cómo voy a conseguir que alguien sea competente en lo que hace si no es capaz de
respetar a quienes integran los colectivos en los que se mueve, si no es capaz de distinguir los roles de los
demás?
Creo que es momento de tomarnos esto muy en serio desde el ámbito fundamental que nos toca, porque
aquí nos jugamos mucho.
¡Actuemos!
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