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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Dislexia



Hace tiempo que el término dislexia aparece más de lo que nos gustaría en los entornos escolares. Este trastorno de la lectoescritura, que impide un correcto desarrollo del aprendizaje en el aula, afecta a un 15% de la población y en muchos casos es diagnosticado demasiado tarde. Tanto padres como profesores suelen confundir el problema con la falta de interés y déficit de atención; trastornos como el TDA suelen aflorar rápidamente en la boca de estos y no se molestan en ahondar en el problema, achacándolo a la falta de práctica en lectura y escritura.

La dislexia está relacionada con un funcionamiento anómalo de las regiones del cerebro que coordinan la lectura, no tiene nada que ver con limitaciones físicas, psíquicas o culturales. La evaluación temprana de este trastorno neurobiológico es de vital importancia para descartar otro tipo de problemas y existen múltiples herramientas para ello: la prueba de lectoescritura WISC, el test de análisis y escritura T.A.L.E, o el PROLEC. Hay pruebas diferenciadas por edad y también enfocadas a cada tipo de problemas. Hay que tener muy presente que la dislexia se manifiesta de forma diferente en cada persona, siendo muy probable que se presenten diferentes síntomas en cada caso, pudiendo variar entre la dificultad a la hora de puntuar textos, el escaso ritmo en la lectura y escritura, mala comprensión lectora, la tendencia al deletreo, etc.

Se puede ganar la batalla al problema si educadores y padres intervienen de forma adecuada y abordan el trastorno desde temprana edad. Imprescindible no caer en el error de creer que la práctica en lectura y escritura soluciona el problema por completo, es necesario un trabajo constante y un seguimiento exhaustivo. Otra parte fundamental es elaborar un sistema de ayuda, una estrategia que acompañe al alumno y valore su esfuerzo personal; en ningún momento hay que comparar sus logros con los de otros alumnos.

Una conducta adecuada por ambas partes marcará la diferencia en el progreso. No hay que desistir si la conducta negativa del alumno ralentiza el ritmo de trabajo, es muy importante no desalentarlo y ser un apoyo constante en su labor. La autoestima es la mejor arma con la que se puede contar en una labor de estas características, anima constantemente y utiliza expresiones que hagan que el alumno quiera seguir trabajando.

Establecer metas cortas y realistas proporcionará una mayor motivación y por consiguiente, más éxitos. Crear  metas inalcanzables a largo plazo sólo conseguirá acabar con la moral del alumno.


La dislexia no es un problema que haya que tomar a la ligera, un correcto asesoramiento a familias y centros escolares es indispensable para detectar a tiempo este tipo de problemas. Impartir cursos de sensibilización, talleres para saber cómo actuar dependiendo del tipo de dislexia y proporcionar información es el primer paso para lograr los efectos de la dislexia en la etapa académica.

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