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jueves, 15 de octubre de 2015

Educar fuera de la escuela




En muchas ocasiones creemos que la tarea de educar recae principalmente en la labor del docente, que la enseñanza de valores termina al sonar la campana y que la voluntad de cualquier niño se forja sin moldes. No podríamos estar más desencaminados si creemos que no necesitamos guías que nos muestren los caminos a seguir; no nos equivoquemos, no se trata de imponer una serie de opciones, sino de mostrar todas las sendas para que un niño sea capaz de elegir su futuro en base a una educación en positivo, es decir, con disciplina, diálogo y confianza.

En primer lugar hay que conocer a un hijo y tener muy presente cada niño es un mundo. Entrar en las comparaciones es un error en el que solemos caer y que solo sirve para reconocer patrones de conducta generales de la edad. El desarrollo individual de cada persona marca sus actitudes y estas son las que deben ser escuchadas por los padres. Prestar atención a sus sentimientos e intentar comprender su percepción del día a día es el pilar básico para construir un entorno sano en lo que a educación se refiere. Esto no significa que haya que satisfacer todos sus caprichos, hay que enseñarle a renunciar libremente, decir “no y aleccionar sobre su valor y la necesidad en la vida diaria. Si no aprenden a negar ciertas cosas, nunca sabrán decir “no” a lo prohibido y eso puede convertirse en algo muy peligroso. Tampoco hay que desarrollar una dinámica de negaciones, restricciones y censuras pues puede convertirse en la mayor causa de inseguridad de una persona.

No podemos olvidar que hay que predicar con el ejemplo, ya que cualquier acción resulta más útil para un niño que cualquier enseñanza. Exigir actitudes que no ven en ningún momento en el entorno familiar tiene el mismo efecto que predicar en el desierto. ¿Nos hemos preguntado cuál es el ejemplo que damos a los más pequeños?, ¿Nos gustaría que nuestros hijos repitieran lo que hacemos? Vigilar nuestras palabras y respaldar la educación con acciones es la mejor forma de construir la moral de un niño.

Ahora lanzo un par preguntas que puede parecer sencillas pero que en realidad puede que ni nosotros sepamos la respuesta: ¿Hemos enseñado a nuestros hijos a descubrir el sentido de su vida? ¿Sabemos cuáles son sus objetivos y los valores por los que se rigen? Vivir y no saber por qué constituye la losa más grande que puede llevar cualquiera a la espalda. Si no sabemos la respuesta es un buen punto de partida para empezar a conocer a nuestros hijos y cimentar las bases de su educación.

Y quizá el mejor consejo que se puede dar es el de actuar con cariño y comprensión. Una actitud ponderada y de diálogo es la mejor herramienta que se puede utilizar. Hablar o actuar sin pensar puede dejar cicatrices profundas. Señala con amor los errores de tu hijo y enséñale, valora sus buenas acciones e incentiva el bien. Haz que cualquier crítica sea constructiva y no caigas en el error de reforzar negativamente cualquier argumento en su contra. Si es así, tu hijo, ya bueno de por sí, se esforzará por ser mejor. 

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