El tiempo es el recurso más valioso que poseemos y puede que
el más escaso. En muchas ocasiones no somos conscientes de que está en nuestras
manos aprender a sacar el mayor provecho de él y para ello debemos aprender a
gestionarlo. Como se suele decir, la victoria siempre sirve a la persona que
está mejor preparada y no conozco mejor preparación que saber priorizar,
planificar y organizar.
Administrar el tiempo nos puede resultar imposible en un
principio, pero todo es cuestión de hábitos. Intentar sacar el mayor
rendimiento a todos los días de la semana marca el primer paso que debemos dar.
Hay que aprovechar los días al máximo, organizar (tiempo
libre, comidas, horas dedicadas al estudio, descansos) y por supuesto, no abandonar la estrategia. No sirve de nada comenzar una plan que posteriormente no se sigue.
Eso tampoco quiere decir que no pueda haber ligeras variaciones, pero es
importante no desviarse demasiado.
Priorizar es una tarea difícil que suele ser el mayor enemigo
del tiempo. Saber dedicar el tiempo que requiere una actividad importante y
relegar a un segundo plano otro tipo de labor secundaria es uno de los puntos
esenciales en la gestión óptima de este bien tan escaso. Aprender a decir
“no” a determinados compromisos, tener presente las responsabilidades de cada
uno y en definitiva hacer honor a la frase: “lo primero es lo primero”, nos
ahorrará muchos quebraderos de cabeza.
La planificación en el tiempo de cualquier tarea es tan
importante como realizarla y marcará la diferencia en los resultados. Si
distribuimos en varios días una actividad que sea muy laboriosa nos costará
menos trabajo llevarla a buen puerto, además de tener tiempo para poder razonar
todos los posibles puntos de vista o corregir cualquier error en caso de que
fuera necesario. Dejar las cosas para el último momento nunca ha sido una buena
idea.
No olvidemos dejar de lado cualquier tipo de distracción si
lo que queremos es alcanzar un objetivo de la forma más eficiente posible. Ni
música, ni televisión, ni visitas a redes sociales, nada que pueda sacar
nuestra mente de nuestra tarea. La concentración es fundamental si queremos
aprovechar el tiempo.
No somos androides, así que también hay que dejar el tiempo
que necesitemos para descansar y liberar tensiones, una mente despejada trabaja
mucho mejor. Tan malo como no gestionar el tiempo en nuestras tareas es
dedicarles demasiado tiempo. La mente tiene unos límites y si
trabajamos demasiado caemos en la posibilidad de tomar decisiones que no nos
convienen.
Marcar metas e identificar los ritmos personales también nos
ayudará a optimizar mejor nuestra disponibilidad. De nada nos sirve trabajar si no
conocemos nuestro objetivo, es más difícil desempeñar cualquier tarea si no
atisbamos el final de la misma. Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos y
sabemos hasta donde podemos llegar. Marca tus rutinas, identifica los momentos
del día en los que mejor rindes y aprovéchalos.
Al fin y al cabo, todo depende del tiempo que se nos ha dado
y de cómo lo utilicemos. Winston Churchill tenía mucha razón cuando dijo: “¿Amas la vida? Pues si amas la vida
no malgastes el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida.”
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