Te sientas a estudiar y tu mente
empieza a divagar de un lado a otro. En cuestión de segundos viajas a una playa
paradisiaca, te desplazas a la montaña para pasar unos días de aventura o
aprovechas para irte de juerga con tus amigos pero… ¡no! Todo es fruto de tu
imaginación, la realidad es otra. Estás sentado frente a los apuntes y es
momento de preparar el examen dejando a un lado todas esas distracciones.
Seguro que en alguna ocasión te
ha ocurrido algo parecido, que te ha perjudicado notablemente a la hora de
hacer un trabajo, extendiéndolo en el tiempo. Para evitar “irnos por las nubes”
y que nuestro pensamiento viaje de un lugar a otro, debemos poner en marcha nuestra
concentración. Esto consiste simplemente en activar la capacidad que nos
permite fijar la atención sobre una acción de forma selectiva evitando que el
pensamiento se escape a otras cuestiones. Y resulta fundamental para lograr una
experiencia de aprendizaje más efectiva y provechosa. Y es que en ocasiones, el
simple hecho de centrarse en una tarea concreta exige un esfuerzo de voluntad.
Debemos tener en cuenta que no
sólo el hecho de ser estudiante requiere esta capacidad. Todo trabajo exige un
grado de concentración, desde el más simple hasta el más complejo. Por eso, desde
niños, adquirimos la capacidad de concentración, y ésta debe ir aumentando de
acuerdo con la edad y la exigencia. Depende de diversos factores personales, pero
con entrenamiento y práctica siempre se puede mejorar, y para ello existen
distintas técnicas y hábitos de trabajo.
Conocer y
entrenarse en una serie de hábitos de estudio nos ayudará a potenciar y facilitar
la habilidad para aprender, y será al mismo tiempo una de las claves para sacar
el máximo provecho y conseguir el mejor rendimiento. Ahora bien, para poder
concentrarte necesitas conseguir una autorregulación mental, que consiste en
entrenar tu mente para centrar la atención; así como controlar los factores
ambientales y reducirlos lo mínimo posible.
Para evitar
distracciones que reduzcan nuestra concentración, el lugar de estudio debe
estar aislado, libre de ruidos y sin elementos que puedan desviar nuestra
atención. El momento del día que nos permita obtener mayor tranquilidad y las horas en las que tengamos más facilidad
de concentración marcarán el horario de estudio.
El orden
también nos ayudará a mantener centrada la atención. Antes de sentarnos a
estudiar tenemos que preparar todo el material que necesitamos, así evitaremos
levantarnos a por una regla, a los cinco minutos a por la calculadora, después
a por el compás… porque así sólo conseguiremos perder el tiempo.
El mismo cansancio puede
llevarnos a la distracción, por eso es recomendable establecer en nuestra
planificación un tiempo de descanso que nos ayudará a despejar la mente. Si la
falta de concentración es inevitable, cambiar de materia puede ser una buena
alternativa.
En definitiva, a la hora de
trabajar o estudiar nuestro objetivo será conseguir el máximo rendimiento
invirtiendo el mínimo esfuerzo posible.
Por lo que la concentración se convierte en la clave para la consecución del
éxito escolar.