¿Debemos intervenir cuando los más pequeños realizan sus
labores escolares? ¿Es mejor que se desenvuelvan ellos mismos? Y lo que es más
importante, ¿cómo podemos ser un refuerzo positivo en sus actividades diarias?
La respuesta a las dos primeras preguntas varía según el
tipo de niño, los hay que requieren una
mayor supervisión por parte de un adulto, ya sea porque encuentren
dificultades en los problemas que se le plantean o porque su capacidad de
atención sea reducida. Cada situación es un mundo y depende de un millar de
factores y circunstancias. Para dar respuesta
a la tercera pregunta, vamos a dar una serie de recomendaciones que nos
podrán orientar a la hora de optimizar el tiempo que los niños emplean en sus tareas.
La primera regla, y la más importante dicho sea de paso, es
que en ningún momento debemos asumir la responsabilidad sobre las actividades
que los niños vayan a realizar, hay que inculcarles que deben asumir el
compromiso con su trabajo. De esta manera estaremos asentando unos valores que
llevarán por bandera un su futuro laboral y será extensible a todos los ámbitos
de su vida.
La segunda es que los adultos no debemos desvincularnos de
su actividad, somos un pilar básico que mantiene a flote su autoestima y la
perseverancia que van demostrar desarrollando cualquier proyecto. Eso tampoco
quiere decir que estemos completamente encima de ellos, hay que dejarlos actuar
y dejar que desarrollen su propio criterio.
Es fundamental señalar sus victorias así como sus errores.
Apuntar únicamente hacia las cosas que hacen mal acabará por minar su moral, un
caldo de cultivo perfecto para que terminen por aborrecer una parte esencial de
su formación. Tampoco debemos premiar la buena labor con regalos o caprichos materiales,
han de entender que el esfuerzo tiene recompensa a largo plazo y que las tareas
son una obligación.
Después de un largo día en el colegio es recomendable que
tengan un periodo de asueto que les permita desconectar de la rutina escolar.
Después, cuando llegue el momento de ponerse manos a la obra, es aconsejable
repasar con el niño las actividades previstas, averiguar si puede desempeñarlas
en solitario y establecer un plan de acción. Hecho esto, es crucial que lo
dejemos solo para favorecer su concentración. Tampoco hay que desaparecer, ya
que en algún momento puede requerir alguna indicación que pueda orientar sus
quehaceres o simplemente unas palabras que aumenten su moral.
Establecer rutinas de estudio también puede resultar muy
beneficioso y hacen que se acostumbren a priorizar sus obligaciones sobre el
ocio. Estos hábitos harán mella en su autodisciplina y responsabilidad,
aspectos que nunca hay que perder de vista.
Alterne su jornada de estudio con periodos de descanso
cortos para no fatigar, está demostrado que el rendimiento de cualquier
persona, pequeña o grande, disminuye pasados 50 minutos. Permítale
desvincularse de las tareas durante 10 minutos para que pueda comer algo o
simplemente estirar las piernas, verá que favorece a su concentración.
Busque un lugar en el que puedan pensar sin distracciones,
bien iluminado y lejos del ajetreo que puede darse en cualquier hogar.
Cuantos menos estímulos reciba del
exterior en esos momentos, mucho mejor. Hacer los deberes en un lugar de paso o
en el que está la televisión encendida distrae a cualquiera.
No permita que se dejen las cosas a mitad, el trabajo ha de
terminarse sin excusas. De esta manera trabajaremos su compromiso con el
estudio y los demás aspectos que rodeen su entorno.
Recuerden que lo que enseñamos a los más pequeños será la
base de las personas que se convertirán el día de mañana.
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