Este debate se ha extendido mucho los últimos años, cada vez
hay opiniones más dispares sobre el tema y, tanto docentes como padres, no
están seguros de que postura tomar. Los hay que no pueden concebir una
enseñanza sin las tareas para después del colegio y por otro lado están los que
defienden la no saturación de los más pequeños.
Si echamos la vista atrás, nos daremos cuenta de que en el
siglo XX existía una concepción de los deberes que giraba en torno a lo
positivo y se consideraban una parte más que esencial del sistema educativo
español. Con el paso de los años y gracias a la inclusión de nuevos métodos de
enseñanza, así como la aparición de estudios sobre el refuerzo negativo que
supone la asignación de una carga de trabajo excesiva, la confianza en un
método de enseñanza que se nutra de la realización de deberes está perdiendo
adeptos.
Incluso si nos alejamos en el tiempo, concretamente hasta la
década de los 50, podemos atisbar algún rasgo de esta evolución. El Ministerio
d
e Educación aprobó una circular que prohibía los deberes a los niños. En este
aspecto podemos señalar múltiples ventajas de no asignar tareas a los más
pequeños, aunque en los primeros cursos de primaria se recomienden ciertas
actividades para realizar en casa para que se vaya trabajando en el hábito de
estudio al que posteriormente tendrán que enfrentarse cuando lleguen a la
E.S.O.
Vamos a pensarlo de esta manera, después del horario escolar
de x horas, los alumnos deben dedicar entre una y dos horas a la realización de
ejercicios impuestos por el profesor, sinceramente, ¿a usted le apetecería
ponerse a estudiar? Con esto quiero hacer ver que, en ocasiones, los ejercicios
que se mandan para hacer en casa perjudican seriamente un tiempo que debería
asignarse a potenciar las labores de estudio.
No debemos creer que es mejor que nuestros hijos se pongan a
estudiar en vez de a jugar cuando salgan del colegio. Es importantísimo para su
equilibrio emocional y mental que tengan tiempo para desconectar de la rutina.
También nos olvidamos en ocasiones de los efectos negativos
que pueden provocar en el ambiente familiar, ya que los deberes siempre suelen
ser tema de crispación y frustración tanto para los padres como para los hijos.
Además, podemos caer en el error (sin darnos cuenta, por supuesto) de hacer que
asocien las tareas con algo tedioso que hay que eludir.
Tampoco quiero desechar totalmente la asignación de deberes,
considero que son beneficiosos en su justa proporción. Esas actividades deben
estar medidas y asignadas con criterio, que consigan ser un refuerzo positivo
de la actividad llevada a cabo por los docentes en el centro escolar. También
deben estar personalizadas, un profesor no puede tratar a todos los alumnos de
la misma manera y mandar deberes “a granel”. Cada alumno posee unas necesidades
diferentes y habrá que ajustar cualquier tipo de actividad al ritmo de trabajo
que puede desempeñar.
Nunca perdamos de vista el objetivo de los deberes, tratan
de ayudar, no de ser una carga ardua y pesada.
Totalmente de acuerdo, sobre todo lo de no mandarlos a granel. Ante esto algunos profesores se excusan diciendo que es injusto y que los niños se quejan. Tienen que entender que cada niño es diferente a los demás y hay que potenciar el talento individual.
ResponderEliminarAsí es, cada situación y cada niño es mundo a parte. Como tú bien dices, si no potenciamos el talento individual estamos desaprovechando el tiempo.
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