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jueves, 18 de febrero de 2016

'Generar talento'



Sería necesario que hubiera más eventos como el que tuvo lugar el pasado martes 9 de febrero en la sede de la Fundación Ciudadanía y Valores (FUNCIVA). Una conferencia coorganizada por UNIR en la que se invitaba a realizar un ejercicio de responsabilidad  en la que salieron a luz temas que necesitan ser tratados de manera urgente y en los que se evidencia la problemática de posponerlos durante más tiempo.

“Generar talento” daba título y razón de ser a la ponencia que impartió José Antonio Marina, catedrático de filosofía, sobre la que no sólo se habló sobre el bueno uso de la inteligencia y la necesidad de apostar por el talento en las bases de la educación, también sobre el momento crítico en el que se sumerge nuestro país en lo que al discurso educativo se refiere. Antes de comenzar con cualquier reflexión personal me gustaría subrayar el privilegio que supone poder asistir a un encuentro de este tipo y formar parte de aquellas personas que intentan orientar un cambio hacia mejores horizontes. Siempre ha recaído sobre unos pocos la responsabilidad de intentar crear un mundo mejor, y quizá sea el problema de por qué impera en España un sistema educativo “mediocre y estancado”.

La experiencia me ha llevado a comulgar con una de las idas con las que J.A. Marina comenzó su disertación y con la que no podría estar más de acuerdo: “Lo que no existe en las aulas, no existe desde el punto de vista educativo”. No es una afirmación que deba ser tomada a la ligera, ni tampoco ser banalizada por la evidente verdad que encierran esas palabras, es un hecho que se ha de tomar como punto de partida para alcanzar cotas que nos están vedadas por la falta de interés por parte de la sociedad en la educación. No quiero condenar todos los esfuerzos que se han hecho a lo largo de los años y que han permitido pasos de gigante en un mundo que necesita una remodelación constante, se trata de concienciar de las obligaciones que se requieren a día de hoy. Lo que sucede en las aulas es la realidad, el campo de batalla donde se forjan las mentes del mañana, un terreno que permite ver la evolución de los procedimientos ideados en papel, el estamento donde se comprueba la eficacia de cualquier proceso y el verdadero motor del cambio. Hay que dirigir el foco de atención hacia el lugar de aprendizaje y diseñar las estrategias que hacen falta, no trabajar al contrario, todo lo que queda fuera no podría ser más efímero.

La sociedad se escuda en un sistema de excusas que lo aleja de la concepción optimista de poder cambiar la educación, y el primer paso es que las personas acepten que ese no es el camino. J.A. Marina propone un sistema educativo de alto rendimiento en el plazo de 5 años, que requiere un 5% del PIB, nada descabellado por otra parte ya que ya se ha destinado el 5,7% anteriormente, basado en 5 objetivos. Este plan, el bautizado como ‘Objetivo 555’, se recoge en el Libro Blanco que fue entregado el pasado diciembre al ministro de Educación, Iñigo Méndez de Vigo como propuesta articulada a los partidos políticos. Es reseñable comentar que esta reforma de la profesión docente ha sido concebida en circunstancias muy particulares y constituye la primera en su género gracias su método de creación. Normalmente son creadas por parte del gobierno y dirigida hacia la escuela como última parada, pero en esta ocasión ha seguido el proceso inverso. Se ha realizado desde la escuela, el lugar de la acción, y dirigido al gobierno como último estamento. Quizá un proceso bastante más sensato que el que se seguía hasta ahora.

No se puede negar que las metas marcadas por el ‘Objetivo 555’ son inalcanzables hasta situar la educación como una de las 15 preocupaciones contempladas por el barómetro del CIS. No cambiaremos nada si no somos conscientes del problema, y lo que queda claro es que a la sociedad tiene poco interés en ello. Quizá a unos pocos sí le importe, pero está claro que no son suficientes.
Los objetivos son rebajar la tasa de abandono escolar al 10%, subir en 35 puntos la clasificación PISA, aumentar la tasa de alumnos excelentes y disminuir el cisma entre estos y los que no lo son tanto, mejorar el tratamiento de los alumnos con necesidades de una educación especial, e introducir en los Currículums lo que se conoce como habilidades del siglo XXI. Aunque dicho así pueden parecer metas fuera de nuestro alcance, están más cerca de lo que creemos.

He aquí, una vez evidenciados los problemas y las soluciones, donde entra el papel indispensable de la educación del talento. “Un niño puede aprender muchas cosas, pero si no sabe qué hacer con ellas no habrá servido para nada”, así lo afirmó J.A. Marina queriendo remarcar la importancia de apostar por la educación del talento. El buen uso de la inteligencia se educa y no se sitúa antes de esta, más bien después.

Ligado al talento aparece casi por necesidad los conceptos de inteligencia individual y del entorno. Tras muchos años de investigación, el catedrático llegó a la conclusión de que no existe la inteligencia individual, que el desarrollo de está completamente condicionado al entorno en el que se desarrolla.

La pregunta final que debemos hacernos para cambiar el panorama educativo actual es la siguiente: ¿Cómo podemos desarrollar el talento de las personas? Está claro que disponemos de los protocolos y que no es problema de presupuesto. Quizá debamos hacer una reflexión interna para mejorar la escuela y convencer a los ciudadanos de que el camino que estamos tomando no es el correcto. La primera regla si algo no funciona no es utilizar los mismos métodos para cambiarlo, ¿no sería mejor probar una estrategia distinta? Piénsenlo.

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