Sería necesario que hubiera más eventos como el que tuvo
lugar el pasado martes 9 de febrero en la sede de la Fundación Ciudadanía y
Valores (FUNCIVA). Una conferencia coorganizada por UNIR en la que se invitaba
a realizar un ejercicio de responsabilidad en la que salieron a luz temas que necesitan
ser tratados de manera urgente y en los que se evidencia la problemática de
posponerlos durante más tiempo.
“Generar talento” daba título y razón de ser a la ponencia
que impartió José Antonio Marina, catedrático de filosofía, sobre la que no
sólo se habló sobre el bueno uso de la inteligencia y la necesidad de apostar
por el talento en las bases de la educación, también sobre el momento crítico
en el que se sumerge nuestro país en lo que al discurso educativo se refiere.
Antes de comenzar con cualquier reflexión personal me gustaría subrayar el
privilegio que supone poder asistir a un encuentro de este tipo y formar parte
de aquellas personas que intentan orientar un cambio hacia mejores horizontes.
Siempre ha recaído sobre unos pocos la responsabilidad de intentar crear un
mundo mejor, y quizá sea el problema de por qué impera en España un sistema
educativo “mediocre y estancado”.
La experiencia me ha llevado a comulgar con una de las idas
con las que J.A. Marina comenzó su disertación y con la que no podría estar más
de acuerdo: “Lo que no existe en las aulas, no existe desde el punto de vista
educativo”. No es una afirmación que deba ser tomada a la ligera, ni tampoco
ser banalizada por la evidente verdad que encierran esas palabras, es un hecho
que se ha de tomar como punto de partida para alcanzar cotas que nos están
vedadas por la falta de interés por parte de la sociedad en la educación. No
quiero condenar todos los esfuerzos que se han hecho a lo largo de los años y
que han permitido pasos de gigante en un mundo que necesita una remodelación
constante, se trata de concienciar de las obligaciones que se requieren a día
de hoy. Lo que sucede en las aulas es la realidad, el campo de batalla donde se
forjan las mentes del mañana, un terreno que permite ver la evolución de los
procedimientos ideados en papel, el estamento donde se comprueba la eficacia de
cualquier proceso y el verdadero motor del cambio. Hay que dirigir el foco de
atención hacia el lugar de aprendizaje y diseñar las estrategias que hacen
falta, no trabajar al contrario, todo lo que queda fuera no podría ser más
efímero.
La sociedad se escuda en un sistema de excusas que lo aleja
de la concepción optimista de poder cambiar la educación, y el primer paso es
que las personas acepten que ese no es el camino. J.A. Marina propone un
sistema educativo de alto rendimiento en el plazo de 5 años, que requiere un 5%
del PIB, nada descabellado por otra parte ya que ya se ha destinado el 5,7%
anteriormente, basado en 5 objetivos. Este plan, el bautizado como ‘Objetivo
555’, se recoge en el Libro Blanco
que fue entregado el pasado diciembre al ministro de Educación, Iñigo Méndez de
Vigo como propuesta articulada a los partidos políticos. Es reseñable comentar
que esta reforma de la profesión docente ha sido concebida en circunstancias
muy particulares y constituye la primera en su género gracias su método de
creación. Normalmente son creadas por parte del gobierno y dirigida hacia la
escuela como última parada, pero en esta ocasión ha seguido el proceso inverso.
Se ha realizado desde la escuela, el lugar de la acción, y dirigido al gobierno
como último estamento. Quizá un proceso bastante más sensato que el que se
seguía hasta ahora.
No se puede negar que las metas marcadas por el ‘Objetivo
555’ son inalcanzables hasta situar la educación como una de las 15
preocupaciones contempladas por el barómetro del CIS. No cambiaremos nada si no
somos conscientes del problema, y lo que queda claro es que a la sociedad tiene
poco interés en ello. Quizá a unos pocos sí le importe, pero está claro que no
son suficientes.
Los objetivos son rebajar la tasa de abandono escolar al
10%, subir en 35 puntos la clasificación PISA, aumentar la tasa de alumnos
excelentes y disminuir el cisma entre estos y los que no lo son tanto, mejorar
el tratamiento de los alumnos con necesidades de una educación especial, e
introducir en los Currículums lo que se conoce como habilidades del siglo XXI.
Aunque dicho así pueden parecer metas fuera de nuestro alcance, están más cerca
de lo que creemos.
He aquí, una vez evidenciados los problemas y las
soluciones, donde entra el papel indispensable de la educación del talento. “Un
niño puede aprender muchas cosas, pero si no sabe qué hacer con ellas no habrá
servido para nada”, así lo afirmó J.A. Marina queriendo remarcar la importancia
de apostar por la educación del talento. El buen uso de la inteligencia se
educa y no se sitúa antes de esta, más bien después.
Ligado al talento aparece casi por necesidad los conceptos
de inteligencia individual y del entorno. Tras muchos años de investigación, el
catedrático llegó a la conclusión de que no existe la inteligencia individual,
que el desarrollo de está completamente condicionado al entorno en el que se
desarrolla.
La pregunta final que debemos hacernos para cambiar el
panorama educativo actual es la siguiente: ¿Cómo podemos desarrollar el talento
de las personas? Está claro que disponemos de los protocolos y que no es problema
de presupuesto. Quizá debamos hacer una reflexión interna para mejorar la
escuela y convencer a los ciudadanos de que el camino que estamos tomando no es
el correcto. La primera regla si algo no funciona no es utilizar los mismos
métodos para cambiarlo, ¿no sería mejor probar una estrategia distinta?
Piénsenlo.
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